ESCUELA Y SOCIEDAD

LA ESCUELA: ¿ESPACIO DE MENOSCABO NECESARIO?

La Educación como proceso permanente y trascendente en la vida de los seres humanos constituye un bien asequible, sin embargo, La Educación ha variado infinitamente según los tiempos y según los países (Durkheim, 1997). Con base en el pensamiento Durkheimniano, la práctica educativa implica una relación dependiente y corresponsable entre dos actores fundamentales: una generación adulta y una generación joven. Por lo tanto, la educación es la transmisión de conocimientos de una generación adulta sobre una generación joven. ¿Qué implicaciones devienen en dicha relación? ¿Qué aspectos implícitos y explícitos reviste la educación así concebida? ¿Cuáles son las metas y propósitos de la Educación? (Moore, 2017).

A través de la Educación y la práctica que conlleva en los diferentes escenarios histórico-sociales, no se la puede concebir con criterios reduccionistas, es decir, en este proceso de transmisión se alude tácitamente al intercambio de experiencias y confrontaciones ideológicas entre educador-educando, expresiones axiológicas, creaciones cosmogónicas que se relacionan con interpretaciones subjetivas para entender la presencia del hombre en el mundo y a su vez la presencia del mundo en el hombre (Leonor Buendía Eisman, 1997). A tal respecto, es imprescindible retomar el precepto del filósofo alemán Kant: El objeto de la Educación es desarrollar en cada individuo toda la perfección de que es susceptible. No obstante, afloran tres incógnitas necesarias con base en el axioma anterior: ¿Cómo contextualizar la conceptualización de perfección Kantiana en dimensiones espacio-temporales disímiles? ¿De qué manera la Educación posibilita la realización del ideal Kantiano? y ¿Cuál es la función social que tiene el espacio escolar como promotor de tal desarrollo en los individuos?

La Educación, sus metas y propósitos se modifican con base en las transformaciones sociales, culturales, económicas, históricas, políticas, filosóficas e ideológicas en una época determinada; asimismo, se revoluciona la estructura del pensamiento pedagógico porque se gestan propuestas formativas que apelan al desarrollo holístico en los seres humanos. El término holístico adquiere matices diversos, ya que en cada época los fines educativos se moldean conforme el progreso social y económico. En este sentido, la Escuela desempeña una función específica y substancial como espacio institucionalizado del saber. De la misma manera en que la Educación y sus prácticas inherentes se modifican conforme las necesidades sociales, así también se trastoca la noción que se tiene sobre la Escuela.

La necesidad de legitimizar el conocimiento y la intencionalidad en la enseñanza provocan que la Escuela se consolide como espacio esencial para validar procesos de enseñanza-aprendizaje, selección de saberes específicos, establecimiento de metas y propósitos educativos, determinación de teorías que sustenten la consolidación de la práctica docente, orientadas a la unificación de filosofías institucionales concretas, lo que propicia inclusión y exclusión de educandos. Estas ideas ponen de manifiesto que mediante la estratificación de clases sociales, hay una élite que piensa en la idealidad educativa, en cómo debe dirigirse la formación y las repercusiones que tienen para los individuos y su desarrollo humano (perfección kantiana). Luego entonces, ¿Por qué es importante la escuela? ¿De qué manera se transforma el espacio escolar con base en la designación de la élite hegemónica?

Como lo afirman Bourdieu y Passeron: La Escuela se convierte en un espacio en pugna que revela violencia simbólica, de tal forma que se entiende como la imposición por parte de la acción pedagógica, de una serie de significaciones impuestas como legítimas, el ocultamiento de lo que se esconde tras esas significaciones y esa legitimación aumenta el poder de quien lo produce y le permite seguir ejerciendo su violencia (Palacios, 2014). Un ejemplo ilustrativo al respecto son los preceptos educativos de la Reforma Educativa establecidos en el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 y es, en este sentido, cómo los ideales primigenios de la formación se modifican. En el contexto presente, es cuestionable y susceptible de indagación lo que ocurre, por ejemplo, con la aspiración kantiana de la educación referida anteriormente, lo cual significa que el perfeccionamiento humano actual reside en el desarrollo de cuatro pilares formativos: saber, saber hacer, saber ser y saber convivir. ¿La implementación de dichos pilares permite el desarrollo holístico de los educandos? Un tipo deseable de individuo. Tal persona tendría características específicas, como la posesión de ciertas clases de conocimientos y habilidades, y ciertamente actitudes que se consideran valiosas (Moore, 2017), por ello, el hombre se convierte en algo deseable de producir no de transformar ni de actuar en el mundo de manera consciente para trascender y encontrar sentido a la existencia. La Escuela se convierte en el ámbito de encuentro didáctico idóneo para llevar a efecto tal fin y reproducir violencia simbólica; razón por la cual, se gesta de manera reservada competencias entre los individuos partícipes del proceso educativo.

Las competencias, secuela ineludible de ideales educativos vigentes tienen expresión en el Positivismo Evolucionista como rama del Positivismo del siglo XIX. El Positivismo Evolucionista acuña conceptos centrales como evolución e historia, por ello, Charles Darwin, en 1859, escribió El Origen de las Especies por medio de la Selección Natural, interpreta y explica la evolución natural por medio de dos leyes fundamentales: La Ley de la Variación y La Ley de la Selección Natural. La primera, sostiene que en los seres vivientes se producen pequeñas variaciones orgánicas que se verifican con irregularidad y por causas desconocidas, quizás ambientales. Tales variaciones a veces resultan positivas y constituyen una ventaja para los individuos que las poseen. La segunda, actúa como como la artificial con que un jardinero escoge y hace que se reproduzcan solo las plantas que representan los caracteres a su juicio convenientes; pero en la naturaleza la selección se hace mediante la lucha por la existencia que se produce necesariamente entre los individuos debido a la tendencia de todas las especies a multiplicarse de acuerdo con una progresión geométrica (Visalberghi, 2014).

La Escuela como ambiente del Positivismo Evolucionista refleja explícitamente procesos de inclusión y exclusión: La inclusión alude a los educandos más fuertes y aptos para incorporarse a sistemas escolarizados matizados de violencia simbólica que delinean la formación y aprendizajes que deben incorporar para reproducir el sistema social al que pertenecen; en tanto que los educandos excluidos del sistema reafirman el precario desarrollo de conocimientos, habilidades y actitudes para ser pertenecientes a dichos procedimientos de institucionalización del conocimiento.

Es preciso advertir que el espacio escolar vigente se entiende como área de competitividad entre los educandos; sobrevive el más fuerte, es decir, quien desarrolla los pilares de saber, saber hacer, saber ser y saber convivir, expresados en la política y filosofía educativa; sin embargo, la Escuela es un ámbito de expresión subjetiva susceptible de intercambios ideológicos como posibilidades para construir y dialogar con la realidad social e histórica, con la intención de que los educandos se asuman, no como reproductores pasivos del sistema laboral y económico, sino como seres que se piensan a sí mismos en aras de transformación y trascendencia personal que se puede compartir con otros.

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