¿Quién fue Umberto Eco?

Algunos fragmentos de la vida de uno de los filósofos, literato, académico, guionista y comunicólogo más sobresalientes de la actualidad por Diego Mazzei 

 Eco ha sido un académico toda su vida. Publicó su primer ensayo en 1956, sobre Santo Tomás de Aquino. Su primer trabajo fue en televisión, cuando esta comenzaba. Ya se había licenciado, como filósofo, en estética medieval en la Universidad de Turín. Después ingresó en el mundo editorial, siguió estudiando, siguió investigando. Empezó a dar clases y nunca paró, en la mitad de su vida se decidió a escribir una novela que pensó que iría a parar al archivo de la Universidad y terminó siendo un clásico que aún hoy sigue vendiéndose a raudales en todo el mundo: El nombre de la rosa, publicada en 1980. Libro leído, vendido por millones de ejemplares y comentado por muchos hombres hasta la actualidad. 

 “Estoy seguro de una cosa. Si la hubiera escrito diez años antes o diez años después, nadie se habría acordado. Por lo tanto, hay ciertos momentos en que cierto libro va a responder a ciertas cuestiones. ¿Cuáles son en este caso? No estoy en condiciones de decirlo. Y el misterio es doble en el sentido de que hay dos dimensiones. Una es que el libro se ha promocionado a través del boca a boca. Y la otra es que este fenómeno se ha dado en Italia, Australia, México, en la India, en todos los países. Este fenómeno no puedo explicarlo, sino que miro a través de los ojos de los traductores. Un crítico italiano amigo mío ha dicho que los libros de sus traductores están mejor escritos que los suyos”. 

Eco trabaja compulsiva y metódicamente, aun a los 80 años. Para las novelas suele tomarse un tiempo. Ocho años para El péndulo de Foucault; seis años para las otras. 

Eco nació y creció en Alessandria, en el Piamonte, pero desde hace muchos años su base está en Milán. En esta casa. En este estudio. Hay dos escritorios en fila. En uno trabaja por la mañana; en el otro, por la tarde. Cada uno tiene un computador. Sobre los escritorios acumula libros, sobres, papeles, dos cajillas de cigarritos Café Crème, una tarjeta de embarque a nombre de Umberto Giuseppe Eco, un pocillo de café ya bebido, dos teléfonos, una lupa, una libreta, una lámpara de pie que cae Ah, la tecnología… No utiliza Twitter. La cuenta con su nombre es falsa. Tiene un teléfono celular que usa sólo para llamar taxis. “Sin volverme un cretino que camina por la calle hablando solo. Estamos obsesionados por los medios de comunicación que, ciertamente, son uno de los males de nuestro tiempo. Son un mal como en un tiempo eran las epidemias. La peste. Así como mucha gente logró sobrevivir a la peste, también podrán sobrevivir muchos a los medios de comunicación” (Mazzei). 

 Usted ha dicho que la infancia es un periodo triste. 

Siento que en la infancia uno se siente incompleto. 

¿Pero usted tiene un mal recuerdo de la infancia? 

No, tuve una infancia muy feliz. 

¿No será que lo triste de la infancia es su recuerdo? 

No, en la infancia hay grandes tristezas. Puede haber tristezas infinitas. No se es ni carne ni pescado. Yo tengo bellísimos recuerdos de mi infancia. Uno de ellos es el tiempo de la guerra. 

¿Cuál es el hecho más raro y fantástico que le ha ocurrido en su vida? 

– Ocurrió en Galicia, Compostela. Recibí la invitación a conocer el Planetario, y el director me tenía reservada una sorpresa. Sentí de pronto en el aire la música de Manuel de Falla, mientras giraba el planetario… De pronto, aparecieron las estrellas. Vislumbré una fecha: el 5 de enero de 1932, la fecha de mi nacimiento en Alessandria (Piamonte). A mis 61 años de existencia, eso fue una impresión grandísima. La sensación de ver la primera noche de mi nacimiento, era estremecedora. En ese instante, yo no tuve palabras. Comprendí que estaba cerrando el círculo. Que estaba empezando a nacer otra vez. Que estaba empezando a morir. Es para mí el recuerdo más fantástico que he tenido en mi vida, y creo, el más hermoso y artificial, de mi infancia. 

Volviendo a su infancia, ¿cuáles eran sus juegos de niño? 

– Tuve una infancia bélica, rodeada de armas de fuego, cañones, fusiles, soldados, militares de juguete. Fue una infancia plena de armas. Pero soy un pacifista que no quiere ver armas. Es una paradoja. Los juguetes no son sublimados en la adultez. Hay quienes en la infancia jamás tuvieron un cañón de juguete, y de adultos se consagraron a las artes marciales, se volvieron militares. Esos juegos  bélicos de mi infancia no corresponden a mis juegos de adulto. Es preferible que tengan esos juguetes en la infancia, y no los sublimicen más tarde. Hay que recordar que su infancia se ubica en la Segunda Guerra Mundial. 

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