Octavio Paz decía que María Zambrano era “una voz que venía de lejos”, que era, un diá-logo que como “dos logos” se comunican y se conducen como un saber diáfano que lleva la voz cristalina, “clara como el agua y, como ella, fugitiva, inapresable”. La voz antigua, la voz que venía de lejos, no venía de más allá que de adentro de ella misma, de ese lugar antiguo y oscuro que es el alma. “No sé si lo que nos dice esa voz es filosofía o es poesía. Tal vez ni la una ni la otra; la voz de María nos habla, sin decirlo expresamente, de un estado anterior a la poesía y a la filosofía. Entonces por un instante, las formas que vemos son también los pensamientos que pensamos” .
María Zambrano muere el 6 de febrero de 1991 en Madrid, al día siguiente fue llevada a Vélez, “donde reposa, entre un naranjo y un limonero, en el cementerio local. Por deseo propio, en su lápida, está inscrita la leyenda del Cantar de los Cantares: Surge amica mea et veni” .
A 26 años de que inició su viaje más largo, paradójicamente es cada vez más nuestra. Una figura incansable del pensar en español que sigue vigente y seguirá con nosotros, con los suyos, cuando ya muchos de esos pensadores y actores de moda hayan sido olvidados para siempre. A María Zambrano, su humildad, su generosidad, su congruencia, “trátalos mejor de lo que se merecen” (consejo de su padre), la colocan por encima de cualquier referencia bibliográfica o biográfica, ahí, en la dimensión del “sueño creador”.
Deliciosa, sutil y mágica Mária. Así quiso expresarlo Cristina D. Silveira dramaturga, Directora de Karlik Danza Teatro y Creadora en 2016 de la obra “María Zambrano, la palabra danzante” como homenaje en los 25 años de su fallecimiento.