Gold, el poder de la ambición

Gold, el poder de la ambición es una película rara, parece contar con todo lo necesario para ser un éxito pero el resultado deja una sensación incómoda. Atribuyo la molestia al hecho de que los personajes principales son desagradables.

Kenny Wells, interpretado por Matthew McConaughey, es un sudoroso empresario minero, calvo, barrigón y alcohólico que ha destruido la empresa que heredó de su padre. Es un perdedor con muchas ganas de triunfar.

Kay, la novia de Kenny, es una mesera de bar que parece estar esperando a que su novio salga del bache. Bryce Dallas Howard da vida a este personaje utilizando su mejor cara de boba y un par de kilos extra.

Inspirado por un sueño, Kenny roba y vende el único regalo que le ha dado a Kay. Con el dinero obtenido, viaja a Indonesia para encontrarse con Michael Acosta, un geólogo desacreditado que tuvo su momento de gloria gracias al descubrimiento de un yacimiento de cobre.

Kenny convence a Mike de que juntos construirán la mina de oro más importante del mundo. Así inicia la aventura y los problemas. El guión tiene la virtud de exhibir el mundo de los negocios.

Muestra la lucha, la esperanza, las traiciones, la competencia, la corrupción, los placeres, las trampas, el reconocimiento, al tiempo se crítica la fragilidad del capitalismo y la hipocresía de la sociedad.

El más fuerte cuenta con más posibilidades de ganar y recurre a todo para lograrlo. La única defensa del débil es el ingenio. La ambición es el motor; el miedo al fracaso, el combustible. Siempre se aprende algo. Búsquenla en Netflix.

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