Roma, ciudad abierta

Roma, città aperta, Italia, 1945, 95 min.

Roma, ciudad abierta ¿neorrealista? Si entramos en el terreno de las convenciones, para muchos espectadores el neorrealismo es un cine de la miseria, rodado en blanco y negro, en escenarios naturales, utilizando generalmente actores desconocidos tomados de la calle y muchas veces filmado sin guion. El neorrealismo fue, en palabras de Rossellini, «una postura moral desde la que se observa el mundo. Después se convierte en una postura estética, pero el punto de partida es moral». Y esa postura moral que recorre el cine neorrealista es la única legítima en una Europa devastada tras la Segunda Guerra Mundial, cuya atrocidad obligaba a repensar toda la cultura (incluida, claro está, la cinematográfica) que la había precedido o convivido con ella sin suponer freno alguno a la barbarie. El compromiso del neorrealismo no era con el lenguaje cinematográfico sino con la Italia de posguerra. Lo necesario era recomponer la comunicación entre el cine y su público, entre los directores y su realidad.

Resulta paradójico que Roma, ciudad abierta sea considerada la obra emblemática del movimiento, cuando rebate muchas de las características estéticas que comúnmente se consideran neorrealistas: los interiores están filmados en decorados, los actores principales (Anna Magnani y Aldo Fabrizi) eran actores con una trayectoria considerable, el guion era el resultado de una elaboración bastante compleja y su narrativa no rompe con el modelo tradicional. La estética neorrealista de la película es consecuencia de la precaria situación en la que fue rodada y no una opción estética elegida con plena consciencia. Los decorados exteriores eran inevitables pues nada se podía filmar en unos estudios abandonados y ocupados por desplazados de la guerra, la pobre iluminación o sobreexposición de la imagen eran consecuencias de la precariedad del rodaje o el revelado, muchos de los actores no eran profesionales porque no había presupuesto para ello… Estamos ante una urgencia por filmar el presente que, en vez de esperar condiciones más propicias, abraza todas las carencias y obstáculos como un factor que refleja a la perfección la realidad del momento.

La innovadora postura moral es un humanismo nacido de la experiencia de lucha contra el fascismo. El nuevo humanismo propuesto por la película tiene como referente ético no una lucha política, sino una confianza en la decencia humana, en la honestidad de las personas sin discursos políticos.

La urgencia de contar el presente como prioridad, la libertad absoluta recuperada tras años de fascismo y una postura moral –hecha, en palabras de Rossellini, de amor, tolerancia y comprensión– que recupera la centralidad del hombre y su realidad son las que han convertido a Roma, ciudad abierta en un referente mundial para el cine que vendría tras la Guerra.

 

Fragmentos de un texto de Arturo Lozano Aguilar

Básicos Filmoteca. Una introducción a la historia del cine, dossier nº 19

Instituto Valenciano del Audiovisual y de la Cinematografía, abril de 2011

D: Roberto Rossellini. G: Sergio Amidei, Federico Fellini y Roberto Rossellini, basados en un argumento del primero y Alberto Consiglio. F en B/N: Ubaldo Arata. M: Renzo Rossellini. E: Eraldo da Roma. Con: Anna Magnani (Pina), Aldo Fabrizi (don Pietro Pellegrini), Marcello Pagliero (Giorgio Manfredi / Luigi Ferrari), Nando Bruno (sacristán Agostino), Maria Michi (Marina). CP: Excelsa Film, Minerva Film. Prod: Giuseppe Amato, Ferruccio De Martino, Rod E. Geiger y Roberto Rossellini. PC: Cineteca Nacional.

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