THE HANDMAID’S TALE

Imagínense esta escena: no tengo ni diez años, es de noche y estoy viendo una película rarísima en el canal 11 —la catedral de las cosas raras noventeras—, específicamente una escena donde una chica está sentada en el piso de uno de esos gimnasios de escuela gringa, al borde del llanto, mientras una decena de chicas sentadas a su alrededor la señalan y le gritan: “¡Ramera, ramera!” Y la cosa se pone aún más extraña: a los pocos minutos, otra chica —vestida con una túnica roja— está recostada en el regazo de una mujer de azul, con el marido de esta última encima. Control parental, mis polainas.

Ahora imagínense esta otra escena: es el año 2018, es domingo por la noche y estoy viendo una película. Durante los comerciales, comienza el anuncio de una nueva serie: veo una escena donde una chica está sentada en el piso de uno de esos gimnasios de escuela gringa, al borde del llanto, mientras una decena de chicas sentadas a su alrededor la señalan y le gritan. No escuché qué le gritaban por la música incidental del anuncio, pero ya pueden imaginarse qué le gritaban.

 

El anuncio es de la serie “The Handmaid’s Tale”, que se estrenó el año pasado en Hulu, pero que comenzó a transmitirse este domingo en televisión por cable. Tanto la película de 1990 —donde, por cierto, actúan Natasha Richardson, Robert Duvall, Faye Dunaway y Aidan Quinn— como la serie, son adaptaciones de la novela homónima de 1985, obra de la escritora canadiense Margaret Atwood.

 

 

Tanto en la novela como en sus adaptaciones, el mundo está sumido en una crisis de infertilidad, y los Estados Unidos de un futuro cercano se han convertido en la República de Gilead, un estado totalitario y fundamentalista cristiano que canceló la constitución y donde se han suprimido las garantías individuales, pues se llevan a cabo ejecuciones de quienes piensan o actúan de forma distinta a la del régimen: librepensadores, sacerdotes católicos, y homosexuales, también llamados “traidores de género”. En esta sociedad distópica, las mujeres se han llevado la peor parte: ya no se les permite trabajar, ni tener dinero, ni leer; y la sociedad está organizada en una fuerte jerarquía al más puro estilo de Orwell o de Huxley. A la cabeza están los hombres: Los comandantes de los fieles, la clase gobernante; los ojos, la policía secreta; los Ángeles, el ejército; y los guardianes, soldados de menor categoría. Después, en la punta de la pirámide de las mujeres, están las esposas e hijas de la clase dominante; luego están las tías, encargadas de entrenar, controlar y vigilar a las criadas; mujeres fértiles cuya única función en tener la descendencia de los hombres de la élite, y a quienes se les ha despojado de su nombre, ya que se les llama de acuerdo al hombre a quien pertenecen; las Marthas, mujeres infértiles que fungen como sirvientas de la élite; las econo-esposas, mujeres de la clase baja; las no-mujeres, mujeres estériles, monjas, lesbianas,  o feministas,  todas ellas son enviadas a trabajos forzados en las colonias; y finalmente, las Jezabeles, mujeres que han sido forzadas a trabajar como prostitutas en burdeles controlados por el estado.

La serie cuenta con las actuaciones de Elisabeth Moss, Alexis Biedel, Joseph Fiennes, Yvonne Strahovski, Ann Dowd y Samira Wiley; y próximamente con las de Marisa Tomei y Clea DuVall; y ha recibido comentarios positivos por parte de la crítica y del público, quienes han alabado la calidad de su producción, y su enfoque feminista; además de estremecerse tanto por la crudeza de la historia como del parecido que tiene con la realidad. La primera temporada se estrenó en abril del año pasado — ya disponible en México—, y la segunda temporada se estrenará por Hulu el próximo 25 de abril. Altamente recomendable.

 

 

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