Balada triste de bicicleta

O de por qué no podemos tener cosas bonitas

Lamentablemente, la ciudad de México nunca ha tenido buena planeación. Las medidas que se implementan tienen generalmente una visión a corto plazo o sólo buscan resolver un problema que, la mayoría de los casos, es de naturaleza política. Además de que simple y sencillamente, ya no hay espacio en la ciudad; de ahí que aquellos espacios que bien o mal se destinan a las bicicletas se sienten improvisados. Por otra parte, las pocas medidas que se llevan a cabo para mejorar la situación —que bien podrían ser el resultado de una planeación deficiente— son desdeñadas por los automovilistas, quienes las ven como una pérdida de su espacio y, por ende, la raíz de los embotellamientos. Todos los factores anteriores, aunados a la paupérrima cultura vial del defeño, hacen del tránsito regular un peligro en potencia.

No obstante, una de las medidas más exitosas ha sido Ecobici, que es un servicio barato —pese a el tema de las opacas licitaciones en la ciudad—, cuenta con cierta infraestructura y su uso se ha extendido. Por lo que no es de sorprender que se intentara replicar el modelo de forma privada: Mobike. Un día, de camino a mi trabajo, una veintena de relucientes bicicletas anaranjadas estaba en perfecta formación cerca de una salida del metro. El modelo es simple: se descarga la aplicación para celular, se paga el servicio, y la aplicación triangula la posición de la bicicleta más cercana. Escaneando un código se abría el candado con el que cuenta cada bicicleta. Se hace uso del servicio, y la bicicleta se deja estacionada en una nueva ubicación, lista para su siguiente cliente. Simple, ¿no? El problema es que, si el día de hoy uno quiere utilizar el servicio, un vistazo a la aplicación nos dejará ver que no hay bicicletas en el radio de disponibilidad —Chapultepec, Polanco—, porque las bicicletas están, ¡ay!  en Tepito.

Por eso no podemos tener cosas bonitas. Seguimos viviendo en una ciudad con serios problemas de delincuencia y escasísimo respeto por lo que sea. Aquí cabe mencionar la ingenuidad de quienes diseñaron el sistema. Tal sistema de honor podrá funcionar con dificultades mínimas en ciudades del hemisferio norte, pero se debieron tomar precauciones en una ciudad como la nuestra. Tal vez, la debilidad de Mobike es que las bicicletas podrían dejarse en cualquier parte libremente, en lugar de utilizar estaciones fijas como las de Ecobici. Otra podría ser la forma de cobro: en aras de facilitar su servicio, mobike permite pagos en mini-supers en vez de, digamos, tarjeta de crédito, por lo que rastrear a los usuarios se vuelve una labor imposible. Mientras tanto, el caos sigue, esperemos que este tipo de servicios puedan adaptarse y seguir funcionando.

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