¿CÓMO TE PUEDE DESTRUIR LA VIDA UN GATO?

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Un día mientras daba clase de filosofía política para los chicos de licenciatura, y yo explicaba las características del Estado autoritario en Hobbes, me percaté de que en el salón había un pequeño gato negro sentado en las piernas de una alumna. Al principio no le puse mucha atención, pero conforme iba transcurriendo la clase, su presencia se me hizo intrigante.

Yo explicaba el artificio que constituye el Estado para los contractualistas y los alumnos se mostraban poco participativos, pero el pequeño gato negro de ojos amarillos hacía muecas, me miraba fijamente y de vez en cuando asentía con la cabeza. De pronto tomó un lápiz y comenzó a escribir en una pequeña libreta. Yo pensaba que estaba soñando, no podía creer que se comportara de esa manera. Terminé la clase rápidamente para huir de esa situación, además, había quedado de pasar por mi novia a las 2 pm y ya se me hacía tarde.

Recuerdo que llegué a casa como a las 9 de la noche, prendí la televisión, puse un disco de Solomon Burke y me metí a bañar. A las 10:30, mientras yo corregía la redacción de un párrafo que había escrito para mi libro, sonó el timbre de la casa, bajé a abrir y me encontré con una caja de cartón con una nota amarilla pegada afuera que decía:

Querido maestro. 

Quiero regalarle este pequeño gato,

disculpe mi atrevimiento,

pero lo veo muy solo y sé que será una buena compañía para usted.

Besos.

La verdad es que la nota pegó fuerte en mi ánimo porque no soy precisamente alguien que tenga muchos amigos. Abrí la caja y me di cuenta de que se trataba del gato del salón de clases. Negro, peludo y con ojos amarillos. Supuse entonces que la alumna que lo tenía en sus piernas durante la clase me lo había llevado. Inmediatamente pensé en lo difícil que sería hacerme cargo de él, ni siquiera he podido cuidar bien de mí, pero ya era tarde para regresarlo y no sabía en dónde podía encontrar a aquella chica de la clase, así que no me quedó de otra más que conservar al condenado gato.

No convivíamos mucho, era como si los dos supiéramos que no nos caíamos bien. Mientras yo estaba en el estudio, el gato estaba en la sala, cuando yo estaba en la sala él iba al comedor, cuando yo iba al comedor, él ocupaba el estudio. Por las noches, él dormía en su propia recámara y sólo compartíamos una pequeña mesa que estaba en la cocina a la hora del desayuno. Siempre sospeché que actuaba de manera extraña, pero ante mi total ignorancia sobre los hábitos de los gatos, lo pasé por alto. Se sentaba largas horas a leer libros, veía películas, descargaba música de internet, una vez lo vi bailar y cantar algunas canciones de Sparklehorse, también lo vi haciéndose una camiseta con una foto de Schopenhauer, y hacía reuniones con sus amigos, por cierto, tenía muchos más que yo. Algunos meses después de que llegó a vivir conmigo aprendió a hacerse de comer, con lo cual se hizo totalmente independiente. Sin duda él comía mejor que yo, y eso me provocaba una gran envidia.

Un día me percaté de que me observaba cuidadosamente mientras yo preparaba mis clases, no sólo eso, sino que en una pequeña libreta de hojas amarillas que tenía una pasta de tela con la escena de “La creación del hombre” de Miguel Ángel, aunque modificada, ya que las caras de Dios y del hombre eran de gato (mendigo gato pretencioso), él tomaba nota de mis poses, ademanes, chistes, ropa, todo estaba en esa libreta.

Una mañana mientras desayunábamos, yo café con pan y él Chocokrispis. Yo leía un artículo sobre Chomsky, y dije en voz alta que admiraba mucho sus consideraciones sobre el anarcosindicalismo, que me parecía que había dado en el clavo al definirlo como la posibilidad que el hombre tiene de creación libre sin que sea limitada arbitrariamente por instituciones coercitivas, y mientras yo tenía clavados los ojos en el papel que sostenía con la mano izquierda y con la derecha agarraba mi taza de café, el gato habló, el gato dijo: “Eso pasa porque no has leído a Foucault”. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza y rápidamente volteé la mirada hacia el gato que me veía fijamente con esos grandes ojos amarillos. Ante la sorpresa pregunté: “¿Qué dijiste?” Y el gato no respondió.

Pensé que estaba enloqueciendo, el último capítulo del libro que estaba escribiendo me tenía realmente harto y me sentía exhausto por no poder avanzar para terminarlo. Volví al texto y el gato volvió a hablar. Ahora dijo: “Foucault ha superado a Chomsky, porque antes de proponer un modelo ideal (inaplicable) para la sociedad moderna, él se interesó por entender que las estructuras del poder van más allá del rango visible del gobierno. El poder político se ejerce también por instituciones que aparentemente son independientes del poder político”. Me paré de un salto, tiré las hojas y la taza de café y rápidamente tomé un sartén para defenderme, estaba aterrado. El gato me miró y me dijo: “Cálmese y siéntese maestro, yo no me consideró un experto, pero he leído a Chomsky y a Foucault y puedo asegurar que Foucault ha ganado”.

Yo estaba realmente sorprendido. No podía creer que hablara. Me dijo: “Ya cálmese maestro Isaac”. Yo pregunté: “¿Cuál Isaac?” Y él respondió: “¡Usted es Isaac! ¿Ahora no le gusta el nombre que le he puesto? ¿Hasta ahora le incómoda? Que raros y malhumorados son los humanos, le tengo un gran aprecio, sólo por eso lo conservo”.

Le dije que no me llamaba Isaac, sino Christian y él no hizo el menor caso. Me tranquilicé un poco y comenzamos a platicar, yo quería saber si estaba soñando, si estaba drogado o de plano quedé loco. El gato por el contrario sonaba muy coherente, me decía que admiraba mucho mi trabajo, que le gustaba la manera teatral en que preparaba mis clases, y que creía que mi libro iba a ser muy influyente en la filosofía. Que me consideraba su maestro y que yo debía dedicarle más tiempo al libro y menos a mi novia, una morena increíble de ojos cafés, bailarina, revolucionaria y con una gran sensibilidad para la fotografía. Ufff, me traía completamente loco. El gato decía algo que yo ya sabía, pero en verdad que esa morenaza me encantaba y cuando yo estaba con ella, lo demás no importaba.

Después de dos años de vivir con el gato, nuestra relación se volvió más cercana, aunque seguíamos sin convivir mucho. Muchas veces se disfrazaba, se ponía lentes, gorra y un pequeño traje café que lo hacía ver muy ridículo. Tocaba la puerta del estudio y me entregaba un sobre en donde se podía ver un pequeño sello de cera muy parecido a la flor de lis de la ciudad de Florencia. Me pedía que le firmara de recibido y se iba. Yo sabía que se trataba de él, pero siempre le seguí el juego. Todas esas cartas que recibí tenían el objetivo de acordar citas para discutir asuntos filosóficos (300 cartas en total). Decía:

 Estimado maestro Isaac.

Me gustaría discutir con usted un problema que me ha perturbado últimamente. Le pido de la manera más atenta que mañana por la mañana, a la hora del desayuno (8 de la mañana), me expliqué sí usted cree que Descartes realmente creía que con sus cuatro pruebas sobre la existe de Dios iba a convencer a los críticos que no era un escéptico. 

Gracias por su tiempo y reciba un saludo.

Pd. En caso de que no pueda asistir a la cita, por favor envíe un mensaje al 6487234567, y yo me encargaré de acordar otra reunión.

Atte. F. K.

Ese condenado gato era más amable y propio que yo.

Asistí a todas las reuniones a las que fui invitado, bueno, también porque era la hora del desayuno y es la comida más importante del día, en fin, no podía faltar. Al principio, el gato sólo me hacía preguntas y escribía en esa odiosa libreta de hojas amarillentas. Poco a poco, él comenzó a intervenir y cuestionaba algunos puntos, pero terminaba aceptando mis argumentos. Tiempo después las citas se convirtieron en debates, él argumentaba con la misma intensidad y profundidad que yo, terminábamos exhaustos.

Una tarde el mismo cartero apareció y me entregó una carta, aunque ésta última estaba en un sobre diferente, la carta decía: 

Querido Isaac.

Es imperativo que deje usted de pasar tanto tiempo con su novia si quiere terminar su libro. Las últimas pláticas que hemos sostenido me han mostrado que usted ha descuidado su investigación y su formación. Ha perdido la perspectiva y la profundidad en sus pensamientos, cuando más, se ha convertido en un replicador de la generación del 27. 

Le ofrezco mi ayuda, puedo hacerme cargo de su novia por un tiempo, ir por ella al terminar su clase de danza, llevarla a su clase de fotografía y hasta acompañarla los sábados y domingos a las marchas que tenga programadas de aquí hasta que usted termine su libro. Así podrá dedicar su valioso tiempo a investigar, leer y reflexionar.

Hágame saber su decisión por medio de un mensaje al: 98240245

Saludos y que pase una excelente tarde.

Atte. F.K.

Sentí una puñalada y un dolor en una parte que no conocía. Me pegó, en el alma, creo yo. Le había dedicado tanto tiempo y tantas expectativas a ese libro que iba a dar un paso más en la filosofía iberoamericana, que no me podía permitir ser un simple replicador. Debía tomarle la palabra al gato.

Me tomé un par de días para responder, ya que no quería que el viera que estaba desesperado. Planeé la mejor manera de pedirle un poco de tiempo a mi novia. Guapísima, con unos ojos cafés increíbles. Fui a la tienda por unos chocolates, un oso de peluche, un libro de fotografía, un collar de plata con unas piedritas de Lapislázuli, una película, una bufanda, una reservación en un spa, dos pases para la danza y un reproductor de mp3. Sí, reconozco que no sabía mucho sobre sus gustos, pero algo de todo lo que compré tenía que gustarle. Y después de pasar por ella a su clase de danza, y de realizar las labores impropias del sexo, le dije que necesitaba un poco de tiempo para terminar mi libro. Le dije que era algo a lo que no podía renunciar y que necesitaba de su comprensión. Cabe resaltar que ella siempre se mostraba interesada en mis cosas. Yo no podía entender muy bien por qué una chica tan bella e inteligente se había fijado en un filósofo con delirios de rockstar. Ella había rechazado varias propuestas de otros tipos que intentaban seducirla, y no sé por qué me eligió a mí.

La conocí un día de septiembre en un café. Yo leía a Kierkegaard y ella, sentada a dos mesas de la mía hojeaba un libro llamado El maestro y margarita de Mikhail Bulgakov. Yo pensaba en cómo sería mi vida con ella, pensaba en todas las películas que veríamos, en todas las canciones que bailaríamos, en todos los lugares que conoceríamos. Mientras la observaba, le escribía un poema sobré una servilleta:

Sólo quiero que me bese

como se besan pocas veces en la vida.

Con todo.

Entre la pared y el corazón.

Que sean de esos besos

que se pagan con el alma…

Christian Del Mal.

Justo cuando caminaba hacia ella y hacía acopio de valor para entregarle esa servilleta, un tipo alto, musculoso, con un bronceado muy ridículo que lo hacía verse como café, una camiseta que estaba a punto de explotar y unos pantalones que seguro eran unas dos tallas menor a la que necesitaba, me rebasó por la izquierda, se le acercó y le dijo sin ningún problema: “Oye, que hermosa eres”, y ella respondió con un simple “Gracias”. Él se sentó junto a ella, le tomó la mano mientras mi corazón se marchitaba de tristeza y le preguntó: “¿Quieres ser mi novia?” Y ella respondió: “Lo lamento, no eres mi tipo”. Mi corazón recobraba fuerzas aunque aún agonizaba. Él dijo: “¿Qué, entonces te gustan chaparros, gordos, pobres, con lentes y feos?” Y ella le contestó con una frase que utilizaré cuando escriba una novela de amor. Ella dijo: “Me gustan inteligentes”. El tipo envejeció unos 10 años y se alejó diciendo: “Sólo piénsalo ok”. Y ella lo despidió con un: “Chao”.

Caí enamorado, una especie de no sé qué, casi hace explorar mis pulmones. Inmediatamente comencé a soñar, me imaginaba tomándola de la mano y caminando por callejones de cualquier ciudad oscura y desconocida. Hice bolita la servilleta y la guardé en mi bolsillo. Me paré y me dirigí hacia la puerta con la satisfacción de tener una novia imaginaria más, por cierto, la más bella e inteligente, y con los ojos cafés más bonitos del universo.

Y justo cuando pasaba a su lado me tomó de la mano y me dijo: “Dame lo que me ibas a dar. El papel que guardaste en tu bolsa”. Saqué la bolita de papel y se la di, y caminé hacia la puerta. Mi cuerpo se movía solo, aunque en mi imaginación la había tomado fuertemente de la cintura, y la había besado aún más fuerte hasta que casi se desmayaba, pero mi cuerpo sudaba frío frío y caminaba solo hacia la salida.

Cuando ya estaba en la calle, le gritaba a mi cuerpo: “¡Regresa, regresa ahora y platica con ella!”. Pero mi cuerpo caminaba y caminaba y se alejaba y se alejaba. Mientras yo maldecía la desconexión entre mi mente y mi cuerpo, y sentía como el frío comenzaba a desaparecer, y sin que yo me diera cuenta, ella llegó silenciosa y me tomó de la mano. Su mano derecha y mi mano izquierda se unieron y desde entonces no me había soltado. Me quitó mi libro de Kierkegaard y me dio el suyo de Bulgakov como una especie de primer regalo, y desde ese momento El maestro y Margarita había coronado mi librero favorito.

Mi vida se repartía entre ella, sus piernas, sus manos, sus ojos, sus labios, sus besos, su cabello, sus sonrisas, sus lágrimas, sus pensamientos, sus anhelos y si aún tenía un poco de tiempo, lo dedicaba al último capítulo del libro y al gato. Entonces cuando le pedí un poco de tiempo para poder terminar el libro, ella me dijo que me tomara el tiempo necesario, que ella sabía que un escritor debe escribir, que esa es su vida y que ella me apoyaba. Le comenté sobre la propuesta del gato y sin hacer preguntas, aceptó gustosa. Pasaron los días, las semanas, los meses y yo leía y leía, escribía y escribía, desayunaba con el gato y hablaba unos 10 minutos al día con mi novia. A veces era complicado concentrarme porque ella interrumpía mis divagaciones, pero tuve grandes avances.

Veía al gato muy comprometido. Se había comprado ropa nueva, aunque a mí siempre me pareció muy ridículo verlo vestido. Se bañaba diario, se perfumaba y andaba para todos lados con mi novia. Sabía que se llevaban bien, seguido chateaban por el whatsaap, algunas veces observaba las reacciones del gato, y cuando se daba cuenta, hacia como si estuviera llamando a otra persona, o simplemente apagaba el celular y lo aventaba.

El gato repartía su tiempo entre ser amigo de mi novia y estudiar. Lo veía ir varias veces al día a la biblioteca de mi casa para tomar varios libros, y lo veía escribir en la computadora. Pero siempre de manera muy discreta para que yo no me diera cuenta. Sabía que estaba desarrollando algún proyecto pero nunca le pregunté. Algunas veces lo veía leyendo los avances de mi trabajo, y cuando yo me acercaba, él inmediatamente apagaba mi computadora, levantaba el teléfono y hacia todo lo posible por aparentar que estaba haciendo otras cosas. Yo nunca le reclamé.

Finalmente y después de unos 6 meses de intenso trabajo, pude terminar el libro. Lo presenté a varios colegas de diferentes universidades y la respuesta fue unánime, recibí una enorme felicitación por mi trabajo al cual consideraban la punta de lanza en el pensamiento iberoamericano. Había podido aterrizar la razón poética de Zambrano. ¡Un gran logro!

Sólo esperaba a que pasara el día de la presentación del libro para pedirle a mi novia que se mudara a vivir conmigo. Después de 3 años de relación ya era justo dar un paso más, y habíamos acordado tener una cita esa noche. La presentación fue un éxito, todos mis amigos, colegas, familiares, críticos y alumnos estaban presentes, hasta el gato había ido. La única que faltó fue mi novia, yo pensé que estaba muy nerviosa y que necesitaba mucho tiempo para alistarse.

Al terminar la presentación se me acercó mucha gente que pedía autógrafos, me regalaban libros y se tomaban fotos conmigo, yo me sentía aturdido, nunca estaré acostumbrado a que tanta gente se junte para desearme cosas buenas, También se acercó el gato disfrazado con una peluca negra, una camisa de cuadros, pantalón de mezclilla y zapatos negros. Y me dijo: “Maestro, aquí le dejo este manuscrito”, y al sacarlo de su portafolio se le cayó la libreta de hojas amarillas, pensé en avisarle pero decidí ocultarla bajo mi pie, me comían las ansias por saber qué tanto escribía en esa libreta. El gato me dijo: “Espero que pueda revisarlo cuando tenga tiempo, me dio la mano (pata), y se fue”. Claro que sabía que era él, sus ojos amarillos, sus patas peludas y esa libreta eran inconfundibles. Tomé el manuscrito y su libreta, los guardé en mi mochila junto con otros papeles y me fui a casa a esperar a mi novia.

Al llegar a casa aventé todo al sillón, salieron volando todos los papeles, libros y fotografías de mi mochila, me bañé y me vestí con un traje que según mi novia me hacía ver desenfadado pero formal. Le había preparado una cena italiana, con vino tinto, pasta, carne y un tiramisú de chocolate. La cita era a las 10 de la noche. A las 9:50 ya tenía todo preparado. La música, las velas, los bocadillos, el anillo, un poema escrito en una servilleta que decía:

 Solía sentarme a esperar a que el mago

hiciera aparecer el sol.

Un día mientras pasaras a mi lado,

el mago haría salir el sol.

¡Sólo un rayo por favor,

señor mago!

Que salga el sol entre ella y yo,

que parezca que he sido yo…

A las 10 pm mi corazón latía fuertemente, a las 10:10 yo estaba ansioso, quería llamarla pero decidí aguantar. A las 10:30 le mandé un mensaje. A las 10:45 le envié otro. A las 11 llamé a su celular y luego a su casa. A las 11:30 llamé a su madre y después a una de sus amigas. A las 12 fui a su casa y allí esperé un buen rato, llamé a la policía y a hospitales. A la 1:45 am regresé a casa y me senté a pensar en qué podía haber sucedido. Esa noche no dormí. Sólo pensaba en ella. Había olvidado todo al rededor.

Así pase dos días, mandando mensajes y llamando a su casa sin recibir respuesta. Finalmente el sueño me venció y quedé dormido sobre la mesa del comedor. Recuerdo que desperté a las 7:50 (hora en que la vecina siempre le grita a sus hijos par que vayan a la escuela) y recordé que el gato debía estar a punto de bajar a desayunar. Él tenía que saber algo sobre mi novia.

Corrí a la cocina y esperé a que dieran las 8 am. Cuando dieron las 8:01 y el gato no bajó, subí a buscarlo a su recámara. Él no estaba. Estaban sus cosas, sus disfraces, su computadora, sus libros, todo, pero él no. Supuse que habían tenido un accidente. Pedí informes en la policía y en hospitales y nadie sabía nada. Habían desaparecido. Caí en una profunda depresión. Sólo pensaba en ella. En sus piernas, sus ojos, su cabello, sus sonrisas, sus anhelos, su voz, etc. Contraté un investigador privado, pero fue inútil.

Un día mientras dejaba pasar la vida. Yo estaba acostado en el sillón de la sala esperando a morir. Bebía un mezcal y veía por enésima vez las fotos de mi novia. Ya estaba borracho, cansado y triste y dejé caer el vaso de mezcal en el sillón, y al intentar limpiar me encontré el manuscrito y la pequeña libreta del gato, aja esa que tenía en la portada “La creación de Miguel Ángel” con caras de gato, y que se le había caído cuando en la presentación de mi libro, me entregó su manuscrito.

Recuerdo que comencé a leer el manuscrito ya que su título me intrigó demasiado Críticas y comentarios sobre los errores teóricos del Maestro Isaac, pero mi estado no me permitía entender nada. El manuscrito comenzaba con una cita de Schopenhauer: “Grita la gente por la condición melancólica y desconsolada de mi filosofía. Pero eso se debe meramente a que yo, en vez de fabular un infierno futuro, como equivalente de los pecados de la gente, he mostrado que ya hay algo de infernal allí donde está el pecado: en el mundo”.

Me ganó la borrachera y dormí por dos días. Cuando desperté lo primero que hice fue comenzar a leer ese texto. Me tomó casi 3 días terminarlo, comía poco, dormía poco y leía mucho. Era demoledor, era una crítica lasciva, inmisericorde a mi persona y al texto que yo había publicado unos días antes.

Estaba fuera de mí, estaba iracundo y decepcionado, triste y moribundo. No podía creer que un gato hubiera podido llegar a tal grado de análisis y crítica aprovechándose de mi trabajo. Siempre cometo el error de leer al último los agradecimientos y la introducción. Yo sé que es lo último que hace un escritor y por eso me gusta seguir el orden de los textos. Los agradecimientos de ese maldito gato decían:

.- A mi novia por enseñarme que el amor hace desaparecer las diferencias.

.- A mi maestro Isaac por todo lo que me dio, por TODO…

.- A la filosofía.

Me sentía fuera de mí, el odio se apoderó de todos mis pensamientos. Me imaginaba las mil formas en que podría matar, despellejar, triturar a ese gato cuando lo encontrara. Tomé su libreta y la aventé contra la pared y al caer se abrió en una hoja que tenía un dibujo de una caja que estaba afuera de una casa muy parecida a la mía. Corrí a recogerla, me tumbé en el piso y comencé a leer esa infernal libreta.

Allí estaba todo, absolutamente todo era un plan. Todo desde el principio. Por ejemplo, detallaba el procedimiento para sentarse en las piernas de la alumna que yo suponía, era la que me había regalado el gato. Estaba el plan para meterse dentro de la caja de regalo, escribir la nota y tocar el timbre de mi casa para que yo lo aceptara. Así como estrategias más detalladas que tenían hasta dibujos.

 

Día 27.- 

El humano ha aceptado mi presencia en la casa, aunque se mantiene alejado, es hora de probar una nueva fase.

Día 30.-

El humano me vio sentado en el sofá leyendo un libro. Me observó unos minutos y se fue. El plan sigue su curso. Me ha visto escribir en la computadora y escuchar música. Ahora cree que me gusta Sparklehorse. La próxima semana me verá con la camiseta de Schopenhauer.

Día 35.-

Hoy le hablé por primera vez. Casi muere del susto. Es bastante tonto, pero seguiré con el plan. Le puse Isaac y aceptó de buena manera su nuevo nombre.

Día 47.-

Jejejejejejeje, hoy me disfracé para entregarle una carta para debatir mañana por la mañana. Jajajajajaja. Creo que lo que más disfruto es disfrazarme y aparentar que no sé, que él sabe que soy yo. Jajajajajaja. Lo seguiré haciendo.

Día 621.-

Es hora de separarlo de su novia. Aún no sé cómo reaccionará ante mi propuesta. Me emociona su reacción.

Día 721.-

El día ha llegado. Después de la presentación de su libro saldré del país con mi novia por una buena temporada. Ahora entiendo por qué Isaac estaba tan enamorado de ella. Es una belleza de ojos cafés.

CONCLUSIÓN.-
El experimento fue un éxito. 

Fui a la introducción de la libreta y allí estaba la puñalada final que me trajo aquí. Decía:

Isaac, te agradezco tus enseñanzas y que le hayas dedicado tanto esfuerzo a tu texto. Sin tus escritos me hubiera sido imposible superarte con tanta distancia, tanto en el terreno teórico, como en el sentimental. También te agradezco el que hayas encontrado a tu novia y la hayas traído a mi vida. Mientras tú estás leyendo esta parte del libro (la cual seguramente leerás al final), yo estaré tomándome unas largas vacaciones en la playa con mi novia. Por favor, comportémonos maduramente, así pasan las cosas, ella está mejor conmigo.

Te agradecería que ya no le envíes más mensajes y no intentes llamarla. 

En un arranque de furia destruí todo, tomé un bate de basebol y destruí todo, golpeaba todo con tanta fuerza que los golpes me hacían rechinar los dientes y temblar el cerebro. Quería machacar todos los lugares, todas las cosas que hubiera agarrado el gato, quería borrarlo completamente de mi mente, pero no logré más que un terrible dolor de huesos que me duró por un par de semanas. Fui a mi recámara y tomé una vieja pistola con dos balas que mi padre me había regalado. Pensaba cómo las iba a utilizar, una sin duda sería para el gato, ¿y la otra para quién? Intentaba recordar algo que me diera una pista sobre él, pero no tenía nada. No sabía su nombre, las cartas siempre las firmaba como F.K., los números de celular que aparecían en las cartas siempre eran diferentes y en ninguno obtuve respuesta, el diario no decía nada más allá del experimento. Estoy derrotado.

Ya han pasado más de 2 años de ese día y yo sigo aquí sentado con una pistola apuntando a no sé qué. No me he atrevido a terminar conmigo porque creo que falta algo en la historia, ¿Mi novia en verdad me dejó por ese gato? ¿Por qué me ocurrió a mí? ¿De qué se trata el experimento? Sin embargo, a veces pienso que tal vez de eso se trata, de mantenerme en suspenso para ver cuánto tiempo más aguanto el prolongar esta lentísima muerte.

¿Cuánta maldad cabe en ese gato?

Tal vez mañana todo acabe, tal vez mañana, tal vez…

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