Conoce más sobre Coco Chanel

Coco Chanel nació en la pobreza el 19 de agosto de 1883, en la Casa de Caridad en Saumur, Francia. Su acta de nacimiento revelaba que era hija ilegítima de la pareja que formaban Albert Chanel y Jeanne Devolle. Una monja le puso el nombre de Gabrielle. En hebreo significa fuerza y poder, y asegura a las mujeres que lo lleven un brillo duradero -le dijeron en esa época.

Fue la segunda de cinco hermanos, a los doce años, tras la muerte de su madre, su padre intentó dejar a sus hijos al cuidado de sus abuelos pero estos no los aceptaron. Así, los tres varones fueron acomodados en casas de familias de granjeros y las tres niñas fueron internadas en un orfanato.

Con doce años su padre la dejo en el hospicio de Obazine. Gabrielle nunca superó aquel abandono. “Quería suicidarme. Durante mi infancia sólo ansié ser amada. Todos los días pensaba en cómo quitarme la vida, aunque, en el fondo, ya estaba muerta. Sólo el orgullo me salvó”.

Un orgullo que, años después, le llevó a su venganza: transformar su humillante uniforme negro del orfelinato en bandera del buen gusto: un Chanel. Odiaba a su familia. “No me gusta. Se nace en ella pero no con ella. No conozco nada más espantoso que la familia”.

Gabrielle comenzó a trabajar como costurera y aprendió a hacer sombreros. Cuando la invitaron a un café-concierto, quedó tan impresionada que quiso dedicarse al canto. En el café La Rotonde, de Moulins, una comuna de Francia, consiguió un contrato. Aunque no cantaba bien y su repertorio se limitaba a dos canciones, tuvo gran aceptación interpretando el sonsonete ¿Quién ha visto a Coco en el Trocadero?

En 1909, gracias al apoyo de uno de sus acaudalados amantes se radicó en un apartamento en el Boulevard de Malesherbes de París, donde en 1914 abrió su primera tienda de sombreros, Modas Chanel, y a mediados de los años veinte, lanzó el estilo Chanel clásico, que consistía en un traje de punto de lana con una chaqueta recta y sin cuello, una falda corta a juego, que se llevaba con joyas estilo Art Déco y un sombrero marinero sobre el pelo corto. Su triunfo fue liberar a las mujeres del rígido guardarropa de la belle époque.

El color negro, los trajes de chaqueta, las camisas blancas de líneas rectas, el pelo corto, los jerséis masculinos adaptados a la mujer, la ropa sport… Todo ello fue saliendo de su cabeza, y la sociedad del periodo de Entreguerras lo entendió e imitó. La leyenda Chanel había comenzado. De eso surgió su sobrenombre Coco, que adoptó para siempre, porque antepuesto a su apellido Chanel le sonaba bien.

Coco Chanel le demostró al mundo que las mujeres eran alguien; que no sólo estaban en el mundo para lucir lo que los hombres los grandes modistos- diseñaban, sino que también ellas eran capaces de crear. Con sus colecciones, Coco cambió radicalmente la apariencia de la mujer y sentó las bases de la moda moderna, al tiempo que cambiaba la mentalidad de las féminas: al defender los trajes de chaqueta y sus masculinos y funcionales pantalones y jerséis de punto, defendía también una manera de vestir más cómoda y, en definitiva, una concepción de la mujer más libre.

La Primera Guerra Mundial estalló, pero a Coco y a Boy no les fue mal en sus respetivos negocios. En julio de 1915, Coco abrió en Biarritz una casa de moda a donde acudió el gran mundo español. En 1916, fue la pionera en introducir en el vestir femenino telas cómodas como el jersey, pero con estilo.

En París se hizo íntima amiga de la rusa Misia, la dama de la cultura y las artes, quien vivía rodeada de bailarines, pintores, escultores, poetas y escritores. Misia la introdujo en ese mundo y Coco conoció a verdaderos genios del siglo. El nombre real de Misia era María Sophie Olga Godebska Natanson Edwards, hija del escultor Ciprien Godebski.

Fue el playboy Etienne Balsan, un joven adinerado, quien despertó sus primeras ilusiones románticas. El la invitó a Royallieu, su castillo del siglo XIII, a pesar de que allí vivía con su amante oficial, la cortesana Emilienne Alenne.

En Royallieu, Coco conoció el lujo, los sirvientes, la buena mesa, los salones, las bromas y las fiestas. Etienne le enseñó equitación, a portarse como una dama, y la impulsó a expresarse con sus invitados.

La caída de la bolsa en 1929 llevó a la quiebra a muchas casas de alta costura, pero no a la de Coco, que prosperó en medio del caos, porque su sencilla línea de materiales versátiles y lavables se adaptaban al momento que se estaba viviendo.

En 1931, Coco fue contratada por la MGM y le pagaron un millón de dólares para que viajara dos veces al año a Hollywood para vestir a sus estrellas. Ella fue recibida por la gran Greta Garbo.

Un día, se encontró con el pintor Salvador Dalí quien vivió seis meses en su casa acompañado por Gala. Coco fue amante de Dalí “para fastidiar a Gala”, según sus palabras. El único cuadro de un pintor que Coco poseyó en su vida fue de Dalí. El lienzo mostraba unas espigas de trigo sobre fondo negro. Las espigas son el fetiche de la alta costura y por eso ella lo colgó en la rue Cambon.

Chanel no diseñó durante la II Guerra Mundial y la posguerra pero en 1954 revivió con éxito el tan subestimado por entonces estilo Chanel. Su Chanel nº 5, uno de los perfumes que creó, se hizo famoso en el mundo entero.

Sergei Diaghilev, el rico empresario y fundador de los Ballets Rusos en París, le presentó a Igor Stravinski durante una cena. Stravinski era uno de los compositores musicales más influyentes del siglo XX y estaba exiliado en París debido a la revolución bolchevique rusa. Despojado de sus bienes en su país, estaba instalado con su mujer y sus cuatro hijos en dos habitaciones de un hotelito, sin siquiera tener un piano para poder trabajar. Según la escritora Chris Greenhalgh en su novela Coco Chanel e Igor Stravinski, él le dijo:

-Veo su nombre por todas partes.

-Yo nunca dejó de escuchar el suyo -respondió Coco.

Días después, Coco le ofreció a Stravinski, su esposa Catherine e hijos, la villa Bel Respiro, en Garches, por el tiempo que la necesitasen. Allí dispondría de una habitación como estudio, con su piano, para componer con tranquilidad. Los sirvientes los atenderían.

-¡Es una invitación muy difícil de rechazar! -aceptó él.

Según Claude Delay, autora del libro Coco Solitaire, Stravinski se volvió loco por Coco y sus hijos la adoraron.

Stravinski le regaló a Coco su único bien preciado: un icono que había logrado sacar de su patria. Ella lo colocó en su mesa de noche y lo conservó a su lado hasta el mismo día de su muerte.

En medio de la guerra y a los 58 años de edad, el destino le deparaba la dulzura de un nuevo amor 13 años más joven que ella: Hans Gunther Von Dincklage, un agregado alemán antes de la guerra. Le apodaban Spatz (Gorrión). Alto, rubio, de mirada azul. Esbelto y distinguido. Ese verano lo pasaron juntos en La Pausa. Después volvieron a París, donde vivieron tres años de amor en medio de un mundo lleno de horrores. Spatz la amaba sinceramente y ella lo sentía. El convertirse en su amante y viajar con él a España con una oferta de paz dirigida a Churchill dio pie a que al fin de la guerra la señalaran como una colaboradora nazi y que fuera interrogada durante 10 horas. Pero Coco se sentía francesa hasta la médula y no simpatizaba con los nazis (Vanidades).

 

Chanel abandonó París en 1945 y se fue a Suiza. Regresó a Francia en 1954. A los 71 años de edad, reabrió su casa de moda. A los 80 años, su perfume seguía siendo el número uno en ventas. Aunque era multimillonaria, seguía trabajando. Pero en su vida privada era una mujer solitaria.

Avejentada, maquillada como una trasnochada actriz de cine mudo y resentida por sus fracasos sentimentales, sólo cuando se encerraba en su casa, una habitación del hotel Ritz, volvía la Chanel frágil del hospicio de Obazine. Una huérfana de 88 años que se anclaba frente al televisor hasta la madrugada para no reunirse con los fantasmas. “Es como una enfermedad. No me decido a despegar el culo del asiento. Me horroriza ir a acostarme. Hace diez años que no me han besado en la boca…”.

El 10 de enero de 1971 Coco Chanel terminó su largo reinado sobre la moda falleciendo en París. “Seré una mala muerta. Cuando esté bajo tierra me agitaré, y sólo pensaré en regresar para volver a empezar”. A los funerales de despedida asistieron Salvador Dalí, Yves Saint Laurent, Paco Rabanne y Balenciaga.

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