Ese objeto de deseo que son los libros Taschen

Pareciera que, en años recientes, la comprobación de que en efecto se es famoso es aparecer en los Simpson: bandas como The Smashing Pumpkins, Red Hot Chilli Peppers o Metallica; o personalidades como Neil Gaiman, Bette Midler o J.K. Rowling. Y desde 2012, la editorial alemana Taschen pertenece a este panteón: hay un capítulo de los Simpson en el que la ciudad se vuelve cool —¡Ejém! Más bien se vuelve hipster—, y donde antes estaba el bar de Moe, aparece una tienda Taschen. Acto seguido, Nelson Muntz entra a la tienda y grita ¡Bubis! Con toda certeza, se trata de una referencia a las colecciones de fotografía erótica de la editorial. ¿Pero cómo es que comenzó Taschen?

Los orígenes de la editorial pueden rastrearse hasta 1973, cuando Benedikt Taschen, un ávido lector de historietas de 12 años de edad, emprendió un negocio de venta por correo de las mismas. Su ciudad natal, Colonia, pertenece a la parte occidental de Alemania, por lo que no tuvo los problemas que aquejaban al bloque soviético para poder acceder a este tipo de materiales. Antes de cumplir los 19 años, en 1980, rentó un local donde puso a la venta su vasta colección de historietas, que ya editaba para 1984. En ese mismo año la oportunidad tocó a la puerta: compró un lote de 40,000 saldos de un libro sobre Magritte en inglés. Los adquirió a 1 dólar cada uno, y los vendió al doble —aún así, a una fracción del precio original—, lo que le hizo darse cuenta de un nicho en el mercado: libros de arte a precios accesibles, además de dotarle del dinero para emprender su siguiente proyecto: una monografía de Annie Leibowitz.

 

Desde entonces, la editorial se caracterizó por hacer libros diferentes, editando monografías no sólo de los artistas clásicos sino de los representantes de las nuevas tendencias, y extendiendo el catálogo a la arquitectura, el cine, la fotografía erótica y lifestyle. No obstante, el empeño por hacer libros diferentes se convirtió en una especie de navaja de dos filos: por una parte, significó un desvío radical de los orígenes de la editorial —es decir, editar libros de arte a buen precio—; pero, al mismo tiempo, representó también dirigirse en una nueva dirección: los libros de colección. En 1999, Taschen comenzó a editar su colección SUMO, compuesta por libros tremebundos de 70cm de alto y 30Kg de peso que se venden con una base para apoyarlo. La primera edición, una monografía de Helmut Newton, costaba 1,500 dólares, pero ahora se vende por 15,000. Eso sin mencionar que la primera copia, autografiada, se subastó en 320,000 dólares. El propio Taschen ha declarado que muchos libros son prescindibles desde el principio, por lo que a él le interesa hacer libros coleccionables, memorables. De ahí que se editen versiones exquisitas —libros en cajas de madera, o que incluyen litografías u objetos extra de acuerdo con el tipo de libro— que alcanzan precios de hasta 5,000 dólares, y que se revenden hasta en 18,000. Ejemplos de esto son las monografías de David Lachapelle, Nobuyoshi Araki, Tadao Ando, Jef Koons; o las colecciones fotográficas de “El Padrino” o del trabajo de Stanley Kubrik.

 

Desde la perspectiva de un fan, es innegable el atractivo que tiene la editorial —que recientemente editó una monografía fascinante de Hieronymus Bosch y otra increíble de arte del Tíbet— tanto por la calidad de sus ediciones como por los contenidos; sin embargo, una edición limitada de uno de sus libros se antoja inalcanzable. Ni modo, seguiremos adquiriendo las ediciones de precio más modesto que, hay que decirlo, la editorial no ha dejado de producir.

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