Lecciones de Braulio. Del perdón y el helado de zapote

Lo importante de los cariños sin fecha de caducidad

Para contarles esta historia, primero deben saber el contexto del helado de zapote “curacorazones”.

Ahí les va.

Hace tiempo entramos por curiosidad a la famosa joyería Tiffanys, mi esposo preguntó por unos pendientes con unos diamantitos, al conocer el precio vi a mi marido con mi famosa cara de “ni lo pienses”. Al mismo tiempo, un chico acompañado por su mamá elegía el anillo de compromiso para su novia. Se le veía nervioso, emocionado, eligió una pieza bellísima por la fabulosa cantidad de $95,000.00… SÍ noventa y cinco mil pesos. En ese momento sentí cosas bien feas en mi corazón, como que logré identificar un poco de envidia y le dije a mi esposo “sácame de aquí”.

Le dije que lo que pasaba ahí dentro era una realidad distinta a la mía y que me sentía francamente incómoda. Él me abrazó y me dijo “tengo la medicina perfecta”. La tuvo: un delicioso helado de zapote. Desde entonces, para los dolores del corazón, no hay falla, un helado de zapote lo resuelve todito.

Ahora sí, la única e inigualable lección de Braulio.

No hay nada peor en mi mundo que enojarme con mi esposo o con Braulio, de verdad, me entra una ansiedad bien fea, no me concentro en nada, ni siquiera en mi afán de querer seguir enojada porque a los 2 minutos los quiero abrazar y decirles “ya bésenme”

La semana pasada fue semana de exámenes en la secundaria, supongo que el estrés que vivía Braulio, sumado a mis 32 semanas de embarazo no fueron la mejor combinación. No ahondaré en los motivos de nuestra pelea, pero fue fuerte. Con Braulio no hacen falta los golpes porque en sus ojos veo cómo lo hieren mis acciones, y él sabe que una frase suya me puede destruir… Nos destruimos. (neta lo recuerdo y me dan ganas de llorar).

Como era de esperarse, él no soltó ni una sola lágrima, yo, una vez encamada, lloré y mucho. Al día siguiente Braulio tenía su carita descompuesta, me imagino que yo igual porque mi jefa me regresó pronto a casa. Aproveché para ir por Braulio al colegio. Al verme, sonrió.

-“¿y ese milagro que vienes por mí?”

-“te extrañaba, además te quiero dedicar una canción”

Escuchamos quietecitos juntos la canción “The Reason” de “Hoobastank”

-“yo tampoco soy perfecto Ruth, lo importante es que aún tenemos cariños sin fecha de caducidad”

-“¿Cómo el que nos tenemos?”

-“No, como el que los dos tenemos por el helado. Te invito un helado de zapote”

Comimos helado, nos reímos y lo más importante, nos perdonamos.

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