Buñuel navega hasta la infancia, que vivió en el poblado español de Calanda, mediante una serie de recuerdos que magnifican la belleza de vivir como niño, maravillándose por imágenes elementales, creciendo, y de igual forma, adquiriendo experiencias traumáticas (determinantes) para su vida posterior. No formó parte de una familia acaudalada, pero tenía dinero para conseguir metas intelectuales básicas; sus padres siempre apoyaron su formación y en especial su madre, quien siempre le acompañó en sus locuras. Infancia conocida por él mismo e historiadores que nos narran a detalle sus vivencias.
Posteriormente viajó a Madrid para encontrarse con la crema y nata del intelecto de la época. Conoció entre otros, a Salvador Dalí, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Pepín Bello y Juan Ramón Jiménez. Su cabeza implosionó ante una generación artística sin precedente en una España, por cierto, paralizada por la guerra (¿son las guerras catalizadores para el arte?) El cineasta todavía en potencia, escuchó en ese tiempo en la Universidad de Madrid, por primera vez el nombre de André Breton, el oscuro y genial líder de la vanguardia en su época primera: el dadaísmo.
Las capacidades de artista se le manifestaron desde muy joven, casi infante. Comenzó con esbozos literarios que consideró poco fructíferos, mismos que culminaron en trabajos dispersos pero que supo encaminar al cine, su verdadera vocación. Y es que Buñuel era un tipo extremadamente inteligente, y como tal, entendió que debía encontrar su pasión y no perder tiempo. Y fue como decide incursionar en la corriente literaria, pictórica y cinematográfica llamada surrealismo, en la que él mismo contribuyo a crear.
Comenzó como ayudante en algunos estudios parisinos, fue un autodidacta obligado, como lo han sido buena parte de los cineastas más reconocidos. Estudió la teoría y técnica del arte cinematográfico, es cierto, pero en lo fundamental, lo que aprendió fue mediante una constante y paciente entrega a su arte basada en la práctica. Llegó en parte por azar, y más por talento a Hollywood, lugar donde terminó de entender el oficio de cineasta, perfeccionó sus habilidades y quedó convertido en el genio del cine.
También dirigió teatro y actuó en algunas ocasiones (nunca dejó este entretenimiento, pues le gustaba aparecer fugazmente en sus películas) y no dejó de inmiscuirse en el mundo literario. Algunas de sus películas demuestran una influencia directa de lo literario, como lo fue “Nazarín”, filme inspirado en la narrativa del novelista Benito Pérez Galdós. Entendió, Buñuel, cómo propugnar los vasos comunicantes que Breton impulsaba desde el surrealismo.
Su tiempo llegó, tal vez pronto, tal vez tarde, y presentó en 1929 “Un perro andaluz”, trabajo en colaboración con Salvador Dalí; él mismo se recuerda con un gran nerviosismo en su ópera prima, que pese a ser de un joven de 29 años, fue alabada de inmediato en los más altos círculos culturales. Una anécdota interesante al respecto, es que el famoso ojo cortado que se introduce en una escena, es un recuento de su infancia, cuando los niños o los mirones eran castigados con agujas u objetos punzocortantes, al observar a las damas cambiarse de ropa en rendijas de sus cuartos de baño. Lo cierto es que esa película lo colocó en el medio donde quería estar, lo hizo además una figura respetable. Pero lo anterior fue únicamente el comienzo. Hay quien dice que tiempo después de estrenar la película, entabló una disputa estética e ideológica con Dalí y García Lorca; si bien Buñuel peleó con ellos, es menester decir que también quiso mucho a ambos; en sus confesiones biográficas, es clara esta relación que no muestra una rivalidad, o pleito significativo. A veces, sencillamente hay que aceptar que los amigos también se alejan.
De las 32 películas que integran la filmografía de Luis Buñuel como director, 21 fueron realizadas en México. Esta cifra contrasta con la postura asumida por algunos estudiosos de su obra que definen al director de Un perro andaluz (1928) como un cineasta español o francés. Buñuel se nacionalizó mexicano a los pocos años de haber llegado a nuestro país y se quedó a vivir para siempre entre nosotros. Varias de sus obras maestras son orgullosamente mexicanas y forman parte del legado cultural que México ha ofrecido a la cinematografía mundial. Esto muestra que a pesar de ser español su mayor trabajo filmográfico lo realizo en este país, que además le brindo asilo y que quiso tanto.
El cine mexicano de Luis Buñuel:
Gran Casino (1946)
El gran calavera (1949)
Los olvidados (1950)
Susana (Carne y demonio) (1950)
La hija del engaño (1951)
Una mujer sin amor (1951)
Subida al cielo (1951)
El bruto (1952)
Robinson Crusoe (1952)
Él (1952)
Abismos de pasión (1953)
La ilusión viaja en tranvía (1953)
El río y la muerte (1954)
Ensayo de un crimen (1955)
La muerte en este jardín (1956)
Nazarín (1958)
Los ambiciosos (1959)
La joven (1960)
Viridiana (1961)
El ángel exterminador (1962)
Simón del desierto (1964)