Otro día en el transporte público

Seis de la mañana, y a apenas llego al andén me arrepiento de haberme hecho caso a mí mismo cuando pensé “cinco minutos más” al escuchar mi alarma una hora antes. Los trenes ya van repletos y ya hay gente formando filas junto a las líneas amarillas pintadas en el piso. Recuerdo que, hace dos años —cuando empecé a trabajar para la empresa donde actualmente laboro—, a esta misma hora de la mañana aún era posible respirar dentro de un vagón del metro. Una de dos: o a todo el mundo se nos hizo tarde —clásico lunes—, o bien, el número de habitantes en esta ciudad sigue en aumento. O tal vez las dos.

Ya dentro del vagón, con el transcurrir del tiempo, el espacio se reduce y la misantropía aumenta. Y añoro aquellos tiempos de la universidad cuando, salía a las nueve de la noche y volvía a casa en el metro, y si bien los trenes no estaban vacíos, tampoco estaban repletos. Ahora, a unos 13 años de distancia, pareciera que es hora pico a todas horas. El tren sigue su marcha, ya casi llego a mi destino, y por el ínfimo espacio que se abre entre la gente y las ventanas, puedo ver los relucientes paneles metálicos con los que están remodelando las estaciones. Hace meses que comenzaron los trabajos y es hora que no terminan. Y una vez más me pregunto cuánto estarán gastando en remodelar una treintena de estaciones, y qué cantidad se estará gastando en actualizar los sistemas de conducción en vías que hace tres años denunciaba un conductor.

 

Trato de no pensar en la gente que tengo al lado y volteo a ver la placa de este vagón que me indica que tiene más de 30 años de servicio. “Remodelados por los trabajadores del metro” dicen orgullosos. El olor a grasa quemada en los andenes debe ser el olor del orgullo. Hace un par de años se prometió la compra de 45 trenes nuevos para esta línea, de los cuales, después se anunció que sólo alcanzaba para comprar 10. Hasta la fecha no he visto ninguno nuevo. Ya casi llego a la estación donde tengo que bajarme para subir a un autobús y seguir mi camino. Uno de los centros de transferencia modal —un bello nombre para un simple paradero— donde muchos toman su tercer o cuarto transporte del día. Cuando veo los ríos de gente en el anden me pregunto si de verdad 45 trenes, o 50 o los que sean, harían alguna diferencia. Llego a la parada del autobús. Filas enormes y aún no son las 7 de la mañana. El desorden de todos los días: falta de señalización, no hay nada ni nadie en dónde consultar las rutas, la paupérrima remodelación de este paradero hace un año jamás contempló emplear concreto en vez de asfalto, por lo que se formaron baches, y ahora varios autobuses están apretujados en un solo lado del paradero. Veo los rascacielos que están construyendo junto a Chapultepec, miles y miles de metros cuadrados de espacio que nadie necesita, pero que van a llenarse de oficinas: una bomba de tiempo si consideramos las miles de personas que ahí trabajarán.

 

La verdadera tragedia es que, parece que no hay solución que valga. Entre la corrupción, la falta de recursos, la población creciente en la ciudad y la pésima organización de la ciudad harán cualquier obra un avance diminuto. Tampoco es muy alentador ver lo que pasa en otros países. La semana pasada, el Ney York Times publicó un artículo en el que se describe que las remodelaciones a las líneas del metro de Nueva York, poco están haciendo para mejorar el servicio, pese a un año de obras con una inversión de 836 millones de dólares. Si ese es el presupuesto para nuestro vecino del norte, ¿qué podemos esperar nosotros? Sabemos que el metro de la Ciudad de México recibe un subsidio, y que el valor del boleto debería acercarse a los 20 pesos. Pero ¿sería suficiente?

Aún quedan soluciones: home office, incentivar el uso del transporte público eficiente, aun a costa de restringir el uso de los autos particulares —sobre mí ya se ciernen las piedras y antorchas—, o descentralizar la ciudad. Pero cualquiera de estas iniciativas requeriría de esfuerzo y de compromisos públicos y políticos, que es poco probable que se hagan. Por lo pronto, la ciudad sigue empeorando, esperemos que no estemos al borde del colapso.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Todos los Derechos Reservados Feel ® 2016
Develop & Design: JG