170 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
10-IX-2017
Algo sobre la muerte del mayor Sabines
I
Mientras los niños crecen, tú, con todos los muertos
poco a poco te acabas.
Yo te he ido mirando a través de las noches
por encima del mármol, en tu pequeña casa.
Un día ya sin ojos, sin nariz, sin orejas,
otro día sin garganta,
la piel sobre tu frente, agrietándose, hundiéndose,
tronchando oscuramente el trigal de tus canas.
Todo tú sumergido en humedad y gases
haciendo tus deshechos, tu desorden, tu alma,
cada vez más igual tu carne que tu traje,
más madera tus huesos y más huesos las tablas.
Tierra mojada donde había una boca,
aire podrido, luz aniquilada,
el silencio tendido a todo tu tamaño
germinando burbujas bajo las hojas de agua.
(Flores dominicales a dos metros arriba
te quieren pasar besos y no te pasan nada.)
II
Mientras los niños crecen y las horas nos hablan,
Tú, subterráneamente, lentamente, te apagas.
Lumbre enterrada y sola, pabilo de la sombra,
veta de horror para el que te escarba.
¡Es tan fácil decirte “padre mío”
y es tan difícil encontrarte, larva
de Dios, semilla de esperanza!
Quiero llorar a veces, y no quiero
llorar porque me pasas
como un derrumbe, porque pasas
como un viento tremendo, como un escalofrío
debajo de las sábanas,
como un gusano lento a lo largo del alma.
¡Si sólo se pudiera decir: “Papá, cebolla,
polvo, cansancio, nada, nada, nada”!
¡Si con un trago se tragara!
¡Si con este dolor te apuñalara!
¡Si con este desvelo de memorias
–herida abierta, vómito de sangre–
te agarrara la cara!
Yo sé que tú ni yo,
ni un par de valvas,
ni un becerro de cobre, ni unas alas
sosteniendo la muerte, ni la espuma
en que naufraga el mar, ni –no– las playas,
la arena, la sumisa piedra con viento y agua
ni el árbol que es abuelo de su sombra,
ni nuestro sol, hijastro de sus ramas,
ni la fruta madura, incandescente,
ni la raíz de perlas y de escamas,
ni tu tío, ni tu chozno, ni tu hipo,
ni mi locura, y ni tus espaldas,
sabrán del tiempo oscuro que nos corre
desde las venas tibias a las canas.
(Tiempo vacío, ampolla de vinagre,
caracol recordando la resaca.)
He aquí que todo viene, todo pasa,
todo, todo se acaba.
¿Pero tú? ¿pero yo? ¿pero nosotros?
¿para qué levantamos la palabra?
¿de qué sirvió el amor?
¿cuál era la muralla
que detenía la muerte? ¿dónde estaba
el niño negro de tu guarda?
Ángeles degollados puse al pie de tu caja,
y te eché encima tierra, piedras, lágrimas,
para que ya no salgas, para que no salgas.
Jaime Sabines
171 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
11-IX-2017
Aún en vida un halo oscuro te rodeaba
Aún en vida un halo oscuro te rodeaba
tu risa era la risa quebradiza del
agua que cae sobre la roca
tu cabello raíces incrustadas en un cielo sin nubes
tus ojos dos pescados perdidos en
busca de una isla
si en ti me miro espejo en que se pierden
mis manos como algas
tú en cuál espejo ahora te disuelves
se disuelve tu nombre y tu mirada
sin dejar más rastro que un vago estremecerse
sobre la piel de alguno
y una súbita imagen inconexa que se presenta y borra
muy pronto para siempre.
Isabel Fraire