¿Sabemos realmente lo que comemos?

Para no saturarnos de información, algunas preguntas básicas sobre ingredientes básicos de nuestra alimentación.

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Esta es la era de la información. No solo la publicidad está al alcance de nuestras manos, sino cientos de artículos, blogs, publicaciones  y programas con información sobre lo que pasa alrededor del mundo. Con solamente un click, podemos leer sobre prácticamente todo: política, moda, chismes, problemas o aciertos sociales, deportes y por supuesto sobre lo que comemos.

No hay un solo día que no lea en redes sociales sobre si nuestros desayunos están siendo modificados genéticamente y esto provocará un daño irreversible y catastrófico en nuestra salud y cultivos. O que me encuentre con algún artículo sobre lo buena que es la leche con su gran aporte en proteína y calcio, para minutos después encontrar alguno sobre lo mal que hacemos en seguir consumiendo leche como adultos. Artículos sobre la imperiosa necesidad de dejar de consumir alimentos con ingredientes artificiales; hoy, los colorantes, conservadores, antioxidantes y tantos otros aditivos que en su momento pusieron los alimentos al alcance de una gran parte de la población que de otra manera por el clima o el aislamiento geográfico no hubieran tenido, están en el ojo del huracán.

Y, ante la cantidad de información, o de desinformación, pues cuando me remito a las fuentes no siempre llego a lugares muy confiables; cabe preguntar: ¿sabemos realmente lo que comemos? Cuando niño escuchaba mucho a mi madre y a mi familia decir: “Eres lo que comes, por eso hay que alimentarse bien”. ¿Qué comemos? Qué realmente nos afecta, qué estamos satanizando innecesariamente, y qué estamos pasando por alto. El tema da para escribir cientos de páginas, libros completos quizá. Me sería imposible hablar de todo en un solo artículo; no obstante, he querido tomar tres ejemplos de alimentos que nos afectan, alimentos que estamos satanizando y de aquellos que llegan a nuestras manos con un halo de ‘inocencia’ y quizá no sean tan buenos.

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La sal y el azúcar. Dos ingredientes que podrían etiquetarse como 100% naturales. Que no poseen colorantes, ni conservadores, ni estabilizantes, ni antioxidantes, etc. Y; sin embargo, me daría más pavor consumir una bebida alta en azúcares, que una con conservadores artificiales. Tendría más cuidado de consumir una carne alta en sal, que una hogaza de pan adicionada con algún colorante. Los efectos negativos de la sal y el azúcar en nuestra salud están muy documentados, desde el American Journal for Clinical Nutrition, a la Organización Mundial de la Salud, o el Instituto Nacional de Nutrición en México, basta accesar a las bibliotecas de cualquiera de estos sitios para encontrar un sinfín de artículos que vinculan el exceso de sal y azúcar con diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares, deficiencias en la absorción de cromo, cobre, calcio y magnesio, fallas renales y hasta Parkinson (Hellenbrand, W. Diet and Parkinson’s Disease. A Possible Role for the Past Intake of Specific Nutrients. Results from a Self-administered Food-frequency Questionnaire in a Case-control Study. Neurology. Sep 1996;47(3):644-650). Estos son dos ingredientes que hay que cuidar, y que se encuentran naturalmente en frutas, verduras, carnes de cualquier origen y a veces, en el caso de la sal, hasta en el agua simple. El exceso de sal y azúcar, realmente nos afecta.

Continuará la próxima semana. f12b

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