Tras las pistas del alzhéimer

La edad es uno de los principales factores de riesgo de alzhéimer. Después de los 65 años, la probabilidad de desarrollar alzhéimer se duplica cada cinco años.

El alzhéimer es la causa más frecuente de demencia entre mayores de 65 años. La investigación sobre la enfermedad se halla en un momento álgido, tanto en lo relativo a tratamientos como al conocimiento de sus causas. Hasta el momento no existe una cura, por lo que la recomendación de los neurólogos es llevar a cabo acciones preventivas para retrasar lo máximo posible la llegada de la demencia.

En el mundo hay unos 47,5 millones de personas que padecen demencia y la enfermedad de Alzheimer acapara entre un 60% y un 70% de los casos, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La enfermedad de Alzheimer consiste en una “degeneración del cerebro, sobre todo de la corteza cerebral, con pérdida de neuronas y sus conexiones y con acúmulo de una proteína (amiloide), así como con unas lesiones características denominadas placas seniles y ovillos neurofibrilares”, explica Sagrario Manzano, coordinadora del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología.

La doctora señala que, entre los 60 y los 90 años, el número de nuevos casos (la incidencia) se multiplica por cinco y, por lo tanto, la prevalencia (el número de casos afectos) es cada vez mayor.

De hecho, la edad es uno de los principales factores de riesgo de alzhéimer. “Después de los 65 años, la probabilidad de desarrollar alzhéimer se duplica cada cinco años. Las personas de 85 años o más tienen casi un 50% de probabilidades de presentar la enfermedad”, indica la Academia Americana de Médicos de Familia.

Asimismo, esta entidad añade que la genética y los antecedentes familiares, el síndrome de Down, los factores ambientales y el estilo de vida son otros factores de riesgo de alzhéimer.

EFE/Zayra Mo
EFE/Zayra Mo

La doctora Manzano también hace hincapié en el estilo de vida para combatir los factores de riesgo y encontrar factores protectores. Uno de ellos es la actividad física. “Muchos estudios avalan que un ejercicio físico regular y no explosivo se asocia a un mantenimiento de la función cognitiva y a un retraso del comienzo de la enfermedad de Alzheimer”, apunta.

La neuróloga habla, asimismo, de actividad social. “La hipótesis sería que una integración social más activa serviría para neutralizar el estrés de la vida cotidiana y su efecto neuroquímico (hormonal), que no es demasiado bueno para el cerebro”, expresa.

Otro de los factores a tener en cuenta es la actividad mental. “Muchos estudios han avalado que un incremento de los niveles de educación se asocia a una mayor probabilidad de mantener en el tiempo el funcionamiento cerebral adecuado”, comenta.

“Se han analizado tareas como leer libros, asistir a conferencias o participar en juegos de mesa, entre otras, y hay evidencia de un menor riesgo de deterioro cognitivo y de demencia si se realizan con asiduidad”, añade.

Por su parte, la prevención del riesgo cardiovascular es de suma importancia. “Su papel es crucial en el deterioro mental asociado a la edad. Además, la gravedad de los síntomas cognitivos en personas con enfermedad de Alzheimer se incrementa sustancialmente por la existencia de factores de riesgo vasculares. Dichos factores son: hipertensión arterial, hipercolesterolemia, diabetes, enfermedades cardiacas y tabaquismo, entre los que la diabetes es el fundamental”, afirma.

En lo relativo a la alimentación, la especialista señala que existen “estudios bien diseñados que revelan que la ingesta de pescado al menos una vez por semana produce una reducción del 60% del riesgo de enfermedad de Alzheimer, así como un enlentecimiento del deterioro cognitivo”.

La dieta mediterránea también se asocia a un menor riesgo de padecer la enfermedad, pues incluye antioxidantes, vitaminas C y E y omega 3. “No son tratamientos curativos, pero sí serían recomendables en las fases prodrómicas (tempranas) a fin de retrasar el inicio de la demencia”, aclara.

Asimismo, la neuróloga aconseja “procurar ser felices”. En este sentido, detalla que se ha relacionado la propensión a la aflicción con una aceleración del deterioro cognitivo. De hecho, explica que enfermedades mentales como la depresión se han asociado a una mayor pérdida de neuronas en una región del cerebro denominada hipocampo (la considerada puerta de entrada de las memorias), así como en otras regiones cerebrales. Por lo tanto, la recomendación de la especialista es “procurar ser un poco más felices cada día”.

Respecto a los síntomas de alarma de alzhéimer, la doctora Manzano destaca que todos podemos tener despistes motivados por falta de concentración. “Sin embargo, si olvido el nombre de los que conviven conmigo, cómo hacer mi trabajo cotidiano, no sé qué día es, etc. Entonces debería preocuparme”, precisa.

La neuróloga explica que otras señales de alarma son: la desorientación, sobre todo cuando se da en entornos conocidos; los cambios bruscos del carácter (desconfianza, esconder cosas, culpar sin motivo, ansiedad, depresión); cometer errores al nombrar las cosas; la tendencia a evitar reuniones sociales o tener dificultad para llevar la casa, afeitarse, conducir, manejar el dinero, etc.

“Generalmente, estos síntomas los perciben las personas que conviven con el enfermo, mientras que él tiende a negarlos o minimizarlos”, expresa la Fundación del Cerebro. Esta entidad aconseja que, ante la duda, se consulte con el médico quien, si lo considera oportuno, remitirá al paciente al neurólogo.

EFE/Jesús Diges
EFE/Jesús Diges

DIAGNÓSTICO PRECOZ.

En este sentido, la doctora Manzano destaca que el diagnóstico precoz es importante por varios motivos. “En primer lugar, porque el conocimiento de una patología crónica implica una toma de decisiones que, si se efectá en fases iniciales, puede realizarla el enfermo y dejarlas muy claras para el futuro2, subraya.

Por otro lado, precisa que la posibilidad de implementar terapias verdaderamente modificadoras del curso natural de la enfermedad “sólo será factible en fases iniciales y para su obtención se han de realizar ensayos clínicos en dichas fases”.

Pero hasta que lleguen los fármacos resultantes de esos estudios, “la llamada prevención primaria y secundaria ha de realizarse en fases preclínicas y prodrómicas (tempranas) para poder retrasar el “momento demencial, lo que constituye un nuevo punto a favor del diagnóstico precoz”, recalca.

La neuróloga explica que la denominada prevención primaria busca evitar la aparición de cualquier síntoma, lo que significa dejar al individuo en una fase preclínica, es decir, en ese periodo largo en el que no sufre ninguna queja de memoria.

La prevención secundaria, por su parte, se intenta cuando estamos en los albores del síndrome, esto es, en fase de deterioro cognitivo de carácter leve y, por lo tanto, intentará evitar llegar a la demencia.

Por último, la llamada prevención terciaria tiene como objetivo “prevenir la progresión de los síntomas o las complicaciones de los mismos, que ya son claros a ojos de cualquier observador”, comenta. Asimismo, la experta aclara que, hasta ahora, la mayoría de los medicamentos preventivos que se han ensayado entrarían dentro de la llamada prevención terciaria.

La doctora considera que, “siendo realistas, evitar la enfermedad de Alzhéimer es algo en lo que se está trabajando, pero que resulta sumamente complejo y difícil de abordar en edades avanzadas de la vida, donde ya se producen no uno, sino varios cambios a nivel cerebral y, por lo tanto, es muy difícil parar la cascada denominada “neurodegeneración”.

“Sin embargo, evitar situaciones de riesgo y procurar mejorar el funcionamiento cerebral
es algo más fácil de lograr y con buenos resultados, según múltiples estudios con rigor científico basados en estrategias de prevención poblacional“, destaca.

En lo relativo a la investigación, hay un gran número de equipos trabajando en temas relacionados con la enfermedad de Alzhéimer en distintos países. Recientemente se han publicado los resultados de los ensayos clínicos con Aducanumab, que comenzaron en el verano de 2012 y que han incluido a 1.350 pacientes. Se espera que el ensayo finalice en 2022 y que incluya a otros 1.350 pacientes más.

La doctora Manzano explica que el Aducanumab “es un anticuerpo monoclonal que reduce la carga amiloide (la proteína que se acumula en el cerebro de las personas con alzhéimer) de una forma segura, lo que ha permitido continuar con el reclutamiento de pacientes y se esperan más resultados en 2017. De momento, como con todos los anticuerpos monoclonales que han fracasado o que están por obtener resultados, debemos ser cautos y esperar a la finalización del ensayo para obtener conclusiones más sólidas y consistentes”.

La neuróloga expone que la investigación en el ámbito del alzhéimer está en un momento álgido, tanto en el conocimiento de los mecanismos causales de la enfermedad como en el abordaje de su tratamiento, ya sea desde la óptica farmacológica como no farmacológica.

“Todavía hemos de esperar años para obtener resultados prometedores que lleguen a nuestras consultas, pero debemos estar esperanzados en que tanto esfuerzo de la comunidad cientÌfica internacional verá sus frutos en algún momento”, manifiesta.

Purificación León
EFE-REPORTAJES

 

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