La cultura del cassette

La cinta se niega a morir

Corre el año de 1998. Y estoy viendo el vídeo “Perfect” de los Smashing Pumpkins. En una escena, un tipo —de hecho, es uno de los adolescentes del video “1979”— tiene un walkman atado al pecho. La escena cambia y se lo ve en medio de un concierto de los SP sosteniendo un micrófono. Él está grabando el concierto. Una práctica que data de los años sesenta o setenta. Pero que se expandió en los ochenta con el uso de los cassettes, aquél al que se le rindió culto por mucho tiempo.

Ahora basta con entrar a YouTube para ver el vídeo, aun en fragmentos, de un concierto. Antes de los servicios del streaming, y aún antes del mp3, existía el intercambio de cintas. La cosa funcionaba así: de alguna forma lograbas ocultar en tu ropa una grabadora tipo walkman cargada con una cinta y micrófono; entrabas al concierto y lo grababas vigilando que no te atrapen los encargados de la seguridad del lugar. Si eras amigo o conocido de alguien en el lugar que te ayude a pasar, qué mejor. Luego, viene la parte complicada: elegir el mejor sitio para grabar. Si se está demasiado al frente, el moshpit hará imposible una grabación decente, además, estar tan cerca de las bocinas distorsionaría el sonido. Si se está muy lejos, habrá demasiado eco, y es probable que se escuchen las conversaciones y cánticos del público. El truco es estar hacia el centro, cerca de las bocinas, pero lejos del ruido que provoquen los asistentes —y si fuera en México, de los vendedores de cerveza. Una vez que se tiene la grabación, hay que revisar su calidad. De ser una buena grabación, el siguiente paso es establecer contacto con la comunidad de bootleggers —en inglés, algo así como “contrabandistas”— regularmente a través del servicio postal; o bien, desde los noventa, encendiendo la computadora. No para digitalizar la música —¡Pecado mortal!—  pues tus correligionarios detestan los mp3, los consideran buenos para divertirse, pero no para escuchar música de manera seria. Entras a internet para poner tu grabación a disposición de la comunidad, agregándola a tu lista de bootlegs. Todo mediante el uso de un internet de 56K.

Todavía en el 2003, había foros donde estos bootleggers entraban a intercambiar sus cintas. Era todo un arte, y se basaba en un sistema de honor donde el estatus se obtenía con la rareza de las grabaciones, su calidad —que dependía en gran medida de la calidad del equipo, así como de la cinta elegida— y la calidad de la copia. Porque, por supuesto, no se intercambia el original, se intercambia una copia de la cinta, cuya calidad, una vez más depende del equipo con que se hace la copia, la cinta elegida, y qué tantas copias hay de distancia con la cinta original. Los bootleggers más sibaritas exigían que la cinta fuera de una marca y modelo específicos, copia de la grabación original. Usuarios con menor estatus o bastante menos exigentes, tendrían una cinta que fuera copia, de la copia, de la copia de la original. Siguiente paso, el intercambio. Anunciabas, en un foro o lista de correo, qué concierto habías grabado y las especificaciones técnicas. Dependiendo del concierto o del estatus del bootlegger, recibías ofertas. “Tengo a los Smashing el 10-oct-96”, “Tengo a Radiohead”, “Tengo a esta banda nueva que le abrió a…”, etc.  Cuando cerrabas un trato, lo que seguía era hacer la copia lo más fiel posible y tramitar los envíos, que podían o no correr a cargo de los implicados. Y finalmente, la espera, y una vez que el paquete llegaba. corroborar que el material era legítimo. Así ganabas puntos en la comunidad. Allá en los primeros años dos mil, en los albores de napster y símiles, había quienes convertían estas grabaciones a un formato digital. De nuevo, los más exigentes tenían sus lineamientos y recomendaciones para hacer la conversión con la menor pérdida de calidad posible. Lo mismo para quemar un CD.

La cultura del bootleg, como buena cultura undeground, lentamente permeó las capas superiores de la industria. Existen grabaciones hechas por fans que se volvieron oficiales, como el homónimo “Bootleg Detroit”, de Morphine —grabado por un fan en 1994, y luego editado y mezclado bajo la supervisión del mismo Mark Sandman, líder de la banda—; The Grateful dead animaba a sus fans a que grabaran sus conciertos y distribuyeran las cintas —para evitar su comercialización—; o los ya clásicos bootlegs de Pearl Jam: grabaciones oficiales y relativamente baratas que pueden conseguirse después de que termina una gira. La cultura del cassette ha persistido hasta cierto punto, mayormente como nostalgia, pero una nostalgia que contagia a todos niveles: es conocido que Billy Corgan grababa demos en cintas y en más de una ocasión los entregó a fans con la instrucción de distribuir las grabaciones. Es más, está por salir a la venta un nuevo reproductor portátil para esas cintas que están por ahí acumulando polvo. ¿Y qué pasó con el underground? Ya no usa cintas, YouTube, pues ahora los fans dedicados hacen sus compilaciones: “The non existent DVD concert” de Tool, o conciertos de Radiohead. Todos ellos grabados con la calidad que ahora tienen los teléfonos y que antes ni sonarse…

3 comentarios en “La cultura del cassette

  1. Orale… creo que en casa de mi padres aun tengo muchos.. ese reproductor se ve padre.

    Por otro lado no se si han visto o alguien que sepa de PlugInz Mexico, tienes reseña?
    Me encontré viajando por la red este porta llaveros que la verdad necesité compartirlo con colegas guitarristas, se me hace muy interesante el producto, muy rockero con estilo.

    https://pluginzmexico.com/categoria-producto/marshall

    que opinan?

  2. Orale. reo que aun tengo cassetes en casa de mis padres. se ve interesante ese reproductor.

    Por otro lado no se si han visto o alguien que sepa de PlugInz Mexico, tienes reseña? Me encontré viajando por la red este porta llaveros que la verdad necesité compartirlo con colegas guitarristas, se me hace muy interesante el producto, muy rockero con estilo. https://pluginzmexico.com/categoria-producto/marshall
    que opinan?

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