Un fragmento de la realidad: 2 de octubre

Un testimonio a 48 años de la tragedia

La tragedia del 2 de octubre

Viene a mi mente el recuerdo de ese 2 de octubre de 1968, día en que fuimos mi hermano Gerardo y yo visitar a mi abuelo; quien trabajaba como velador en la fábrica Simpson de calzado para dama, en la calle Constancia, colonia Morelos. Íbamos en el camión Algarín (chato, color verde) y un poco antes de llegar a la Glorieta de Peralvillo (sobrevolaba un helicóptero, que era difícil no prestarle atención), empezaron a desviar el tránsito, el camión circulaba por la calzada de los Misterios, avanzábamos al tiempo que veíamos un gran contingente de estudiantes acercarse por la calzada de Canal del Norte. Para nuestro asombro , el mío, del que puedo dar cuenta, vimos en Paseo de la Reforma junto a la glorieta, decenas de soldados postrados con sus fusiles en las aceras de la avenida a un costado de los edificios de Tlatelolco, donde había tanques y camiones del  ejército. Esa imagen ha permanecido en mí estos 48 años.

Finalmente el camión con el pasaje y nosotros, logramos pasar la glorieta, dos o tres calles adelante necesitábamos bajar, pero no nos quería dar la parada el chofer, supongo que por el peligro que se veía tras las ventanas. Pero, a insistencia nuestra y al ver que éramos unos niños, Gerardo de 13 y yo de 8 años, nos permitió descender. El ambiente se percibía tenso, porque además al estar, abajo del camión, observábamos sobre Reforma pegados a los edificios de Tlatelolco, que había policías vestidos de civil armados y algunos empuñaban sus armas. Pasaban de las 6 pm. Hoy sé que fue el momento, que en el centro de la Unidad Habitacional (conocido como la Plaza de las Tres Culturas) se dio la señal con una luz de bengala para el inicio de la operación.

2 de octubre Revolución

Cerca de nosotros, también iniciaron las detonaciones, hombres vestidos de civil escondidos entre los carros estacionados, disparaban contra los soldados, nosotros escondidos en un montículo de arena que había en la avenida, con desconcierto y gran temor, nos dimos valor para cruzar Reforma, veíamos sin poder entender lo que ocurría. Al llegar al otro lado, un hombre se encontraba escondido en un vehículo (del lado de la col. Morelos) afinando su puntería con una pistola. Nosotros solo queríamos llegar con el abuelo, para sentirnos a salvo y tranquilos; me sentía aterrorizado, supongo que Gerardo también, aunque no dijimos palabra. Unos minutos después, logramos el cometido de llegar con él, pero no serenos, al menos yo no lo estuve.

En el transcurso de la tarde, ya estando en la fábrica en la calle de Constancia con el abuelo, continuaron las detonaciones (disparos) que aunque no veíamos, porque todo el tiempo permanecimos en el interior, escuchábamos un gran barullo; como el taconeo del correr y los gritos de la gente, las sirenas de ambulancias y bomberos, en otras palabras, el refuego se extendió más allá de las 22 horas de esa noche

En ese momento, en mí ocurrieron varias cosas, ese gran impacto influyó en mi formación, las interrogantes que me surgieron fueron muchas. 

Por ejemplo,  yo pensaba que los soldados no podían disparar a los estudiantes, pero días después me enteré que sí lo hicieron, ¿qué? ¿quiénes eran estos hombres que disparaban a los uniformados (al menos en Reforma y Tlatelolco)? Con el tiempo leí algunos libros como: La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska, Los días y los años de Luis González de Alba (QED), “Parte de Guerra” de Julio Scherer y  Carlos Monsiváis, películas como “Rojo Amanecer” y documentales como “El Grito”, y con ello fui reconstruyendo ese día en mi mente, pues supe deBatallón Olimpia, pero además ahora sé que el gobierno hizo uso de otros grupos policíacos en el movimiento estudiantil y que se enfrentaron en Tlatelolco ese 2 de octubre; aclarando mi duda sobre estos civiles.

2 de octubre 1968

Años después, un testimonio de lo anterior me lo dio un comandante, de una de las corporaciones policíacas de ese tiempo, cuando yo trabajaba en las oficinas de la Dirección de Radio Televisión y Cinematografía (RTC), de viva voz me narró varios sucesos del movimiento estudiantil donde él y su grupo participaron. Dos narraciones, para mí fueron fundamentales. Una el día en que los estudiantes llegaron al zócalo con sus demandas del famoso y tan conocido “Pliego Petitorio” y al final izaron una pequeña bandera de huelga rojinegra, él con su grupo fueron los encargados de cambiarla y poner una bandera mucho más grande esa noche para hacer notar el supuesto agravio. Ante lo ocurrido el gobierno solicitó la asistencia de los empleados al día siguiente, en una ceremonia de desagravio a la bandera –así llamaron al acto; el cual terminó con el desalojo de los empleados gubernamentales, debido a que gritaban que fueron obligados asistir.

El otro suceso, que este comandante me platicó, fue su asistencia a la Plaza de las Tres Culturas, el 2 de octubre “a petición de mi superior asistimos al lugar, sin saber qué ocurriría, al final de la balacera yo me reporté con mi jefe informándole lo ocurrido y él muy insistentemente me interrumpió, ¿tuvieron bajas? respondí que ninguna, me replicó ¿cómo que ninguna? -molesto además-, en ese momento entendí que nos habían mandado a enfrentarnos, al matadero y comprendí que todo aquello era un plan orquestado desde los altos mandos”. 

Lo anterior, permite inferir una cuestión medular: la intervención del Estado encabezado por presidente Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez Secretario de Gobernación, en el movimiento estudiantil. Ahora bien, la pregunta que surge aquí ¿cuál es la razón principal de dicha intromisión?

 

2 de octubre, la transformación aplazada

Actualmente, sabemos a través de lo que se ha escrito al respecto, que el gran orquestador de la masacre fue Luis Echeverría, porque, entre otras causas él no era el favorito del presidente para sucederlo en el cargo, esto hoy es claro. Pero surge un presupuesto, el Estado (la cúpula en el poder) decidió intervenir incendiando el movimiento estudiantil y después controlarlo para detener el avance de otros movimientos que se venían gestando, como es el campesino de Rubén Jaramillo, el obrero; a la cabeza los ferrocarrileros Demetrio Vallejo y Valentín Campa, al final de la década de los 50’s de médicos, el de los maestros liderado por Othón Salazar.

Además del movimiento que se venía generando en la educación pública, en específico en las universidades y en particular en la Universidad Nacional Autónoma México, por mejoras en general, un ejemplo de esto es el planteamiento de José Revueltas sobre la autogestión universitaria; que habla de generar fuera de las aulas de clase el aprendizaje, por medio de conferencias, teatro, cine, debates, foros, el conocimiento autodidáctico del alumno para promover la investigación e independencia, propiciar la crítica, la reflexión y el análisis.

Lo anterior da cuenta de la necesidad de las reformas, cambios sociales que necesitaba México en esos momentos y que al intervenir el Estado, prendiendo la mecha del detonante estudiantil, controlaba la explosión del mismo y del estallido social. En otras palabras, sometía el descontento, la disidencia, aplazando la transformación del país y con ello se negaba el acceso al poder a la clase oprimida. Para muchos la fecha del 2 de octubre de 1968, marcó un cambio de crecimiento en el área sociopolítica, pero de acuerdo a esta tesis no existe tal, más bien se da un estancamiento en la lucha de reivindicación social de la clase desprotegida (los excluidos)   

2 de octubre de 2016.

2 de octubre UNAM

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