EL VERDADERO RETO DE RÍO

Aautoridades de la ciudad brasileña ya trabajan en el plan para intentar recuperar la inversión.

Tras la celebración de los Juegos Olímpicos, las autoridades de la ciudad brasileña ya trabajan en el plan para intentar recuperar la inversión realizada, con el objetivo de que las pérdidas no provoquen una crisis económica dentro de algunos años.

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Se trata de un efecto dominó tan doloroso como inevitable: en cuanto se extinguió la llama de los XXXI Juegos Olímpicos, las autoridades de Río de Janeiro iniciaron la operación con la que tratarán de apagar el incendio que les provocó ser anfitrionas de la máxima justa deportiva del mundo.

 

Aunque nunca se dieron cifras oficiales, trascendió que recibir el evento conllevó invertir unos 25 mil millones de dólares, cantidad que difícilmente se recuperó a través de ventas publicitarias y de entradas para las distintas disciplinas efectuadas en territorio carioca. Los cálculos más optimistas no rebasan los 8 mil, por lo que el verdadero reto para el gobierno y la comunidad es evitar que los restantes 17 mil se conviertan en un lastre que pueda desembocar en una crisis económica, como sucedió a Atenas, cuya deuda por los Juegos de 2004 (calculada en casi 30 mil millones de billetes verdes) provocó la recesión que afectó a Grecia hace algunos años.

 

Río de Janeiro es un destino turístico muy bien posicionado a nivel mundial, lo cual -paradójicamente- complica más la situación, ya que las construcciones realizadas para la justa no necesariamente serán un atractivo que eleve el flujo de turistas en la ciudad, a diferencia de lo ocurrido hace 24 años con Barcelona, destino que despuntó en su número de visitantes tras los Juegos Olímpicos que albergó.

 

El Ministerio de Turismo de Brasil ha informado que buena parte de la inversión realizada fue destinada a la construcción, ampliación o remodelación de sedes deportivas, viviendas, hoteles, medios de transporte y vías de comunicación. Algunas servirán para mejorar a la ciudad como destino turístico, pero la mayoría de ellas corren el riesgo de convertirse en “Elefantes Blancos”.

 

Casi todos los empleos generados por Río 2016 fueron temporales, lo que también incrementará el desempleo en la urbe. Los obreros destinados a la construcción de los escenarios deportivos o los voluntarios que participaron en el evento irremediablemente se unirán a la gente que no tiene una ocupación fija.

 

Por ahora, el gobierno carioca no ha manifestado oficialmente cuál será su plan de ataque, sólo se ha limitado a compartir el deseo de aprovechar los recursos que dejaron los Olímpicos. El problema es que prácticamente todas las sedes que fueron construidas quedarán de forma permanente, a diferencia de lo ocurrido hace cuatro años en Londres, donde muchos de los recintos fueron levantados gracias a tribunas tubulares, por lo que fueron retirados al término de la justa deportiva.

 

El impacto que refleje la constante pronunciación de la ciudad en todo el orbe, lo que podría atraer a más paseantes de lo habitual, es una verdadera incógnita. También los beneficios que ofrecerá la derrama económica generada durante los 17 días de competencia.

 

Río 2016 quedará grabado en la memoria colectiva gracias al casi seguro adiós de dos genuinas deidades del Olimpo: el nadador estadounidense Michael Phelps y el velocista jamaicano Usain Bolt, cuyas hazañas atraparon reflectores. El dominio que han ejercido en sus respectivas disciplinas podría ser irrepetible. La gimnasta estadounidense Simone Biles bien pudo iniciar una legendaria carrera, pero lo que quedará grabado en la memoria de los cariocas -si no se hace algo- es el pesado legado económico dejado por los Juegos Olímpicos.

 

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