“Annabelle 2: La creación” es un filme que, como su predecesor, te mantendrá entretenido y te espantará un par de veces. No hace falta ver el anterior para disfrutar este. Únicamente el final pretende enlazarse con el previo.
Tuve mala suerte en la sala. Desde las primeras escenas la gente gritaba y llamaba a su madre como si estuviesen a punto de morir. Parecían entrenados para creerlo todo.
Según recuerdo, la explicación de la existencia de la muñeca en el filme anterior era muy distinta. Pero nadie está esperando una obra maestra de argumento sólido que pase a la historia del cine.
Todos vamos a sentirnos intimidados por demonios. Somos incapaces de renunciar al pensamiento mágico. Aceptémoslo. Es más fácil achacar la maldad en el mundo a seres sobrenaturales, que reconocer que los hombres son responsables de todo.
Me dio gusto ver en pantalla a Stephanie Sigman. Su personaje es una monja muy boba, pero reza el “Padre Nuestro” en español. Es un detalle muy acertado de realismo, ya que habla inglés todo el tiempo, pero el miedo la devuelve a sus raíces.
Cumple con entretener.
