La negrada

2017, México, 103 min.

Durante el virreinato llegaron a México aproximadamente 250 000 esclavos provenientes de África. Actualmente se estima que hay más de un millón de afrodescendientes en el país, representando cerca del 1.2% de la población. Desafortunadamente aún no constituyen un referente cultural legítimo, pues la ausencia de rasgos específicos como el idioma, gobierno y territorio propio descartan constitucionalmente su reconocimiento como pueblo, grupo étnico o cultura. Sumado a ello, la discriminación, la marginación y el racismo los han hecho una de las minorías más vulnerables, dejándolos en la invisibilidad a pesar de su piel oscura. Ante esta crisis de identidad, uno de los términos que ellos utilizan para referirse a sí mismos es “la negrada”, la cual se extiende por zonas costeras y poblados de los estados de Guerrero, Oaxaca y Veracruz. La negritud mexicana existe, y consciente de ello, el cineasta mexicano Jorge Pérez Solano decidió instalar la historia de su tercer largometraje en una de estas comunidades negras, en un esfuerzo por hacerlas más visibles.

En La negrada nos adentramos a Corralero, una de las poblaciones afromexicanas de la costa oaxaqueña donde la pesca es la principal fuente de economía. Ahí la poligamia –conocida con el nombre de “queridato”– es aceptada socialmente. La película sigue a dos mujeres, Juana y Magdalena, quienes comparten al mismo hombre, Neri. La enfermedad terminal de Juana parece abrir la oportunidad para que Magdalena termine quedándose con él; mientras que su hija Sara intenta por todos los medios curarla. Pérez Solano define su largometraje como un drama costumbrista, pero más que un retrato de la vida diaria de la comunidad, el director oaxaqueño hace una exploración etnográfica donde la narrativa se funde orgánicamente al registro casi documental de la región para mostrar sin condescendencia, pero con empatía y respeto, parte de su idiosincrasia, sus problemas cotidianos, creencias y manifestaciones culturales. No-actores afromexicanos interpretan a personajes que muy probablemente desempeñan las mismas actividades que ellos en la realidad. El eco de Yo, un negro (1958) de Jean Rouch resuena en este ejercicio neorrealista, donde la ficción sirve para profundizar en un fenómeno social predominante en México que no distingue entre colores de piel.

Como ya lo había hecho en sus dos primeras películas, Espiral (2008) y La tirirsia (2014), los personajes femeninos de Pérez Solano suelen vivir bajo el yugo de un machismo arraigado. En las tres películas las mujeres son abandonadas a su suerte por los hombres, sumiéndolas en una espera eterna y reduciendo su persona a su condición de maternidad. Este drama tiene la piel oscura, pero es uno que se puede repetir en Zapotitlán, Puebla o San Pedro Yodoyuxi, Oaxaca. Pero La negrada también es una reafirmación de una identidad oscurecida por la vergüenza y la ignorancia, conformada por rostros bellos de un «color que no despinta y que más morado lo pone el sol».

 

Israel Ruiz Arreola, Wachito

Cineteca Nacional

Ciudad de México, 20 de julio de 2018

D y G: Jorge Pérez Solano. F en C: César Gutiérrez Miranda. E: Francisco X. Rivera. Con: Magdalena Soriano Colón, Juana Mariche Domínguez, Sara Gallardo Domínguez, Felipe Neri Acevedo, Ángela Hortencia Baños, Noé Corcuera, Marcelino Colón, Elena de la Luz Ruíz. CP: Tirisia Cine, FOPROCINE. Prod: Jorge Pérez Solano y César Gutiérrez Miranda.

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