Mente revólver

México, 2017, 87 min.

El resorte histórico que presenta Mente revólver está empañado por heridas punzantes como las de los pies que se retratan en los primeros instantes de la película. Son llagas de un sistema político colapsado por la violencia y la impunidad, el desahucio y el automatismo de una turbia realidad que ha definido las entrañas de la sociedad. Esas lesiones sólo son cubiertas por la movilidad de la metrópoli, por propaganda colocada en videojuegos, espejos y casetas telefónicas, en astas y banderas que marcan fronteras físicas e ideológicas, o en consignas pintadas en las paredes grisáceas de una ciudad como Tijuana.

Es en esta localidad donde se cruzan las historias de los tres personajes que conducen el primer largometraje de ficción del director y cinefotógrafo Alejandro Ramírez Corona. Un resentido y mesiánico Mario Aburto, acusado del magnicidio del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio en 1994, es puesto en libertad tras lograr la reducción de su condena en prisión. Sus pasos lo encaminan a aquella urbe fronteriza en la que encuentra trabajo en una maquiladora. Él es parte del tríptico que cobrará forma en otros dos personajes: el joven Chicali, un músico responsable de su moribunda abuela y que será cooptado por un grupo criminal; y Jenny, una vagabunda estadounidense que cruza la frontera para vender un arma.

La estética de la película subraya la vorágine a la cual se ha subyugado el territorio nacional: estamos sumidos en una ya cotidiana violencia que deja heridas sin subsanar. Sea en la metáfora de un revólver que mató al que para muchos era un promisorio candidato presidencial, en el símbolo de una pistola hallada en un bote de basura, o en la realidad de un arma criminal que matará por encargo, la vida en el país se ha neutralizado bajo un deterioro social en el que las piezas del engranaje son las personas comunes, seres que intentan escapar del arroyo caótico en el que se hallan inmersos. Conforme avanza la historia, los destinos de Mario, Chicali y Jenny se cruzan en medio de una ciudad que ve pasar el tiempo entre bares y canciones en voz de una imitadora, entre las olas del mar y la luz del sol. Pero también es un tornillo teñido por el sonido de las balas y el estupor de la sangre que llena los agujeros no sólo corporales, sino mentales de toda una nación, aquí llamada Tijuana.

Como el reciente cine mexicano que aborda temas de violencia, y donde podemos hallar muchas propuestas que distan entre sí en su planteamiento tanto reflexivo como narrativo, Mente revólver emerge como un diagnóstico en el que se plantean las raíces, motivaciones y crudezas omnipresentes de un mal liderado por distintas fuerzas políticas y criminales a lo largo de México. Las fronteras no existen, el país ya no se divide en norte, centro y sur. La nación tijuanense que presenta la película es el reflejo de un sistema social herido por la corrupción del futuro. Un porvenir lo bastante fracturado que, no obstante, sigue ocupando los viejos zapatos que reclama al inicio del filme Mario Aburto, el hombre señalado como aquel que perpetró en 1994 el anquilosamiento de una aparente estabilidad.

 

Edgar Aldape Morales

Cineteca Nacional

Ciudad de México, 16 de julio de 2018

D y G: Alejandro Ramírez Corona. F en C: Víctor Dávila Camacho. M: Sonidero Travesura, Omar Lizárraga y Dardín Coria. E: Andrés García Franco, María del Carmen Cuevas y Alejandro Ramírez Corona. Con: Baltimore Beltrán (Mario), Hoze Meléndez (Chicali), Bella Merlin (Jenny), Leonor Madera (abuela), Adolfo Madera (Cruz), Rubí Kazar (Alma Rosa). CP: CUEC, UNAM, IMCINE, FOPROCINE. Prod: María del Carmen Lara Rangel, Ana Hernández, Fernando Delgado Iturbe y Alejandro Solar. PC: Cineteca Nacional.

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