Como parte del ciclo Talento Emergente de la Cineteca Nacional se presenta la maravillosa ópera prima de la directora china Yulin Liu, basada en la novela de su padre Zhenyun Li, Alguien con quién hablar.
Esta película es interesante porque nos muestra las tradiciones y la vida cotidiana de un país lejano, al tiempo que nos recuerda que todos los hombres somos iguales sin importar la cultura que nos haya nutrido.
Alguien con quién hablar es un magnífico filme que retrata la vida de una pareja común formada por un zapatero y una obrera. Una década atrás se casaron con ilusión. Hoy todo ha cambiado, la realidad ya destruyó las promesas y la decepción se ha instalado.
No leí la novela, no sé cuánto méritos son propios y cuántos heredados. La película vale la pena, está hecha con amor y eso es evidente en cada toma, en cada detalle. La directora muestra su talento, al exhibir con infinita dulzura y enorme compasión lo insignificantes que somos.
Los humanos nos aferramos a viejas ideas, a temores absurdos, a la infelicidad. Jugamos a ser adultos, queremos dinero, lujos y prestigio, pero en el fondo seguimos siendo niños caprichosos buscando obtener lo que el otro tiene. Seguimos perdidos. No hemos descubierto el secreto de la felicidad. La vida no es lo suficiente sólida para asirla, el temor al ridículo nos congela, nos saboteamos, nos falta valor para aceptar lo qué queremos.
Nos han programado para estar insatisfechos, para pensar que el pasto es siempre más verde del otro lado de la cerca. Nuestra mezquindad nos mantiene doloridos.
Suena a libro de autoayuda, pero cuándo los personajes se aconsejan “dejar ir, olvidar el pasado y mirar al futuro”, todo tiene sentido. Obviamente, es más fácil decir que hacer, pero vale la pena intentarlo.
Con todo lo dicho, seguramente imaginas un drama horrible, en realidad no lo es. Por debajo de los mensajes importantes, corre un sentido del humor sublime. Está película me encantó. Tienen que verla.