Subtitulo: El Quijote que se niega a morir
Existen las llamadas películas malditas, aquellas a las que se les recuerda por alguna tragedia, como “El Cuervo” de Alex Proyas; otras que no pudieron completarse por razones externas como “Newt” de los estudios Pixar; y aquellas atrapadas en el limbo, mejor conocido como el Development hell —en inglés, algo así como el “infierno de las producciones”—: proyectos que se han quedado enlatados por razones varias como falta de presupuesto, no se les ha dado luz verde, decesos de actores, cambios en el reparto, producción o dirección… Y los ejemplos abundan: La película del Sandman, “The Dallas buyer’s club” —cuyo primer guion se redactó en 1992— y la película de Terry Gilliam “The Man who killed Don Quixote”.
Terry Gilliam nació en Estados Unidos en 1940, pero emigró a Gran Bretaña en la década de los 60 debido a agresiones que sufrió a manos de la policía y grupos conservadores a causa de sus ideas hippies y su cabello largo. Allí fue donde, junto con John Cleese, Terry Jones, Graham Chapman, Eric Idle y Michael Palin, formó el grupo de comedia surrealista, ahora de culto, Monty Python Flying Circus. Así fue que comenzó su carrera como guionista y director de cine, quedando a cargo de la película “Monty Python y el Santo Grial”; y que continuó con películas ya clásicas como “The life of Brian” (1979), “Brazil” (1985), “Las aventuras del Barón Munchausen” (1988), “Doce Monos” (1995), “Miedo y asco en Las Vegas” (1998), “El imaginario del doctor Parnasus” (2009), y la película maldita “El hombre que mató a don Quijote” (2018).
El Quijote de Gilliam es una suerte de película dentro de otra: comienza con Toby, un joven cineasta que viaja a un pueblo español para grabar una película sobre el Quijote como parte de un proyecto estudiantil. Años después se convierte en un publicista que ahora sólo busca el dinero; pero cuando vuelve a España para grabar un comercial, se encuentra con un gitano que tiene una copia de su cinta de estudiante, y a lo Melquiades, lo lleva de vuelta al pueblo donde filmó la película. Ahí descubre que el actor que encarnó a su Quijote, se ha vuelto loco —al igual que el personaje de Cervantes— y ahora cree que es el auténtico Quijote, quien acaba por confundirlo con Sancho Panza. Juntos, irán en busca de Dulcinea.
Si bien ha tenido varios cambios en el argumento, la primera versión de la película vio su guion escrito en 1991, pero nunca logró concretarse. No fue sino hasta 2000 que pudo comenzar el rodaje, con Johnny Depp y Jean Rochefort en los personajes principales. Pero una vez más, la producción se vio obstaculizada debido a problemas con el clima, falta de presupuesto, y hasta aviones de la OTAN. Tan problemática fue esta etapa de la producción, que hasta hubo un documental, titulado “Lost in La Mancha”.
Después de aún más cambios en la producción y reparto, y una búsqueda de fondos, la cinta reanudó su rodaje en 2016, en esta ocasión con Adam Driver y Jonathan Pryce como protagónicos. Pero los problemas no cesaron. El productor de esta última versión, fue el portugués Paulo Branco, de la productora Altama Films, quien compró a Gilliam los derechos de producción y dirección, pero fracasó en conseguir el presupuesto para terminar el filme. Gilliam, que a estas alturas ya se refería a la urgencia por culminar el rodaje como “una obligación médica [pues] es un tumor que tengo que extraer como sea”, consiguió fondos por su cuenta y acudió a la productora Tornasol y, después de 27 años, por fin logró concluir el proyecto, que se proyectará en Cannes. Pero ¡Ay!, aún existe otro obstáculo: Branco está demandando a Gilliam para impedir la difusión de la cinta en Francia, y para grecibir la compensación por la parte que le correspondería al tener los derechos de dirección-producción del intento anterior. El próximo 15 de junio, la Corte de Apelación de París dará su fallo.
Por lo pronto, la cinta ya está terminada, y pueden ver el avance aquí:
