¿Ya fueron a ver Ocean’s 8: Las estafadoras?

Ya antes en esta columna había comentado que vivimos en la era de las secuelas. En gran medida porque son un excelente negocio, pero también porque a nosotros, los espectadores, nos gusta saber qué pasa después, o paralelamente a nuestra película o serie favorita. El turno le llegó una vez más a la franquicia de carismáticos criminales dirigida por Steven Sodebergh, pero ahora con un spin-off compuesto en su totalidad por mujeres. Como es costumbre, cuidado, vienen spoilers.

Hay que decirlo, el elenco es increíble: está compuesto por reconocidas actrices como Helena Bonham-Carter, Sandra Bullock, Anne Hathaway y Cate Blanchett; actrices menos conocidas pero talentosas como Sarah Paulson y Mindy Kaling; y pasando por personalidades de la farándula como Rihanna, Awkwafina y James Corden. La trama es relativamente buena: Debbie Ocean —hermana de Danny Ocean— sale de prisión en libertad condicional con un elaborado plan para un robo; por lo que con ayuda de su amiga y colega Lou, juntarán un equipo para llevar a cabo el trabajo: usar a la egocéntrica Daphne Kluger, una socialité, para robar unas invaluables joyas Cartier en la exclusivísima Gala del Met.

La trama cumple, pues resulta entretenida a la vez que se siente que la cinta forma parte del universo de Ocean’s eleven, un efecto que se obtiene gracias a la música tipo jazz y big band que caracteriza a la franquicia y que repite el patrón de usar música clásica —“Claro de luna” de Claude Debussy en la primera película—, en esta ocasión, “Tocata y fuga” versión Ocean’s films. Otro acierto de película es el tratamiento del guion al crear expectativa: a diferencia de las primeras cintas, donde la trama prácticamente termina una vez que se consuma el robo, en este caso hay más que ver, es decir, la subtrama en la que se descubre el engaño y los personajes deben hacer algo al respecto. Un gran acierto dado que le da un giro a la trama y resulta ser una consecuencia lógica de la misma.

Pero ¡ay!, pese a la presencia de Anne Hathaway —ya habrán notado que soy fan— no todo es maravilloso. Como suele suceder con las secuelas, en un esfuerzo por mantener la esencia de la franquicia, puede caerse en la repetición o en el tedio, y me temo que esta película no es la excepción.

La trama tiene algunos puntos flojos. En primer lugar, la historia se desarrolla muy bien en los primeros actos, en los que se ven las fases preliminares del robo, pero una vez que este se lleva a cabo, y que se revela al público que Daphne Kluger descubrió el engaño, pero lo dejó correr, se cae en la cuenta de que el plan nunca estuvo bien diseñado, sino que funcionó por mera suerte, efectivamente demeritando a los personajes principales, presentados como sagaces e infalibles desde el principio. En segundo lugar, está el hecho de que Debbie es miembro del infame clan Ocean, y si bien existe algo de sospecha por parte del investigador John Frazier, este la deja pasar por parecerle intrascendente: a él sólo le interesa encontrar los diamantes, sin reportarlo a la policía, quienes, al parecer, ignoran un grave robo en un evento importante. Estamos, pues, ante un hueco en la trama. Luego tenemos la música que, si bien tuvo aciertos, en otras ocasiones pasa a ser aburrida y repetitiva. En algunos casos usaron las mismas piezas que en las películas anteriores.

Lo mismo ocurre con la historia, que se vuelve un calco del primer largometraje: por ejemplo, la primera escena, la entrevista de libertad condicional; o el hecho de que el personaje de Lou es básicamente la contraparte femenina de Rusty, es decir, la voz de la razón que falta a los Ocean y que está presente donde quiera que haya comida; lo que lleva a un diálogo entre Debbie y Lou donde la segunda se enfada porque la primera mezcle lo pasional con el trabajo: un calco de una escena similar en la primer película cuando Rusty descubre que Danny Ocean tiene otras motivaciones. Esta situación se extiende a otros personajes: Rihanna y Awkwafina interpretan a las equivalentes de los excéntricos y hábiles hermanos mormones. Además, el último acto —cuando el espectador descubre que también robaron el resto de las joyas— se siente sacado de la manga. Nunca se vio su planeación, ni se creó expectativa o dificultad, por lo que, al volverse serendipia o deus ex machina, aporta poco a la trama y sobra. Eso sin mencionar que, para resolver esta última parte del plan, tuvieron que echar mano de un miembro de los Ocean’s 11, que termina por minar el talento y el éxito de las Ocean’s 8.

Por último, sólo me queda decir que la película tiene buenos valores de producción, es entretenida —hay momentos comiquísimos y otros muy tensos— y las actuaciones son muy buenas. No obstante, le faltó identidad, algo que diferenciara a las Ocean’s 8 de los Ocean’s 11, y que diferenciara a las dos películas por algo más que el género de sus protagonistas. La película cumple, y creo que está a nivel de sus predecesoras, pero faltó ese algo que la hiciera destacar.

 

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