La vacuidad de lo ubicuo

De relaciones, amor, egoísmo y otras cosas…

Últimamente en varias reuniones, pláticas y comentarios de terceros que he escuchado, ha salido el mismo tema recurrente: las relaciones hoy en día. Es por ello que me decidí escribir sobre esto.

Cabe aclarar que mi intención no es generalizar o afirmar, quizá hasta resulte muy subjetivo. La única finalidad de estas líneas es poner este tema en la mesa para abrir el debate.

Todos alguna vez hemos estado solteros, en mood de ligue o clavadísimos en alguna relación. Y claro es, como diría mi señora madre: “cada quien habla como le fue en la feria”.

Pero bueno, primero que nada, partamos de entender los dos conceptos que dan título a este artículo:

Vacuidad: Proviene de la palabra en latín vacuitas, que está estrechamente relacionado con la palabra vacuus que significa vacío.

Ubicuo: Proviene de la palabra en latín ubique y su significado concretamente es en todas partes. 

Ustedes se han de preguntar: ¿y eso qué coño tiene que ver con el tema o de qué estás hablando, brother?

Permítame explicarle querido lector:

“Vivimos una vacuidad de lo ubicuo porque el amor actualmente existe en un completo vacío”.

Lo digo con base en la experiencia de este mortal que les escribe y de much@s otr@s que se han acercado a contarme/confiarme sus penas. Lo expreso porque la realidad es que, poco a poco, se han perdido los valores, la capacidad de interacción, la forma de relacionarnos. Se han reconfigurado nuestras necesidades, intereses, emociones y sensaciones. Hemos saboteado el concepto del “otro” para entronizar el “yo”, pero con exacerbado egoísmo.

Ya sea por la revolución tecnológica, por el cambio en nuestro estilo de vida, la apertura, la permisividad, el cambio suscitado de generación en generación; atribúyelo a lo que tú quieras.

Ahora, si estamos en la onda de “querer ver qué sale con alguien”, nos conectamos a alguna aplicación de ligue. Aplicamos un cuestionario interminable: ¿a qué te dedicas?, ¿por dónde vives?, ¿qué buscas?, ¿qué te late?, ¿qué edad tienes?, ¿qué…?, ¿qué…? Intercambiamos fotos, pero sólo en las que nos vemos mejor, ponemos filtros, ejecutamos poses, hacemos todo por dilatar la pupila del receptor. Como si se tratara de una mercancía que se está poniendo en venta.

Y entonces, cuando menos nos damos cuenta, tenemos un catálogo visual diverso.

Si pasamos de la plática superficial y logramos causar atracción en el otro, proponemos un date.

Es el ritual: pensamos qué nos vamos a poner, cómo nos vamos a comportar, qué vamos a pedir, qué vamos a decir. Llega el día y por fin nos vemos. Los nervios y el “hueco en el estómago” los reprimimos y elegimos impactar. Jugamos a ser nosotros, pero en versión no tan nuestra, si nos gusta la persona, la analizamos y en vez de pensar “me gustaría salir de nuevo contigo” pasamos al “me encantaría tener sexo contigo”.

En caso de que haya surgido química, se ve una sonrisa por aquí, una gesticulación por allá. El cuerpo comienza a comunicar involuntariamente. Entonces, el corazón grita “yeah”, pero le ponemos freno. Le gritamos: “quieto”: no queremos que nos perciban emocionados, ilusionados. Evitamos a toda costa que el otro nos vea débil, susceptible. Queremos que parezca algo cool y casual. Acaba el date, te despides sin efusividad (porque eso nos delataría completamente). Te despides, llegas a tu depa y mueres por enviarle un mensaje por whatsapp: pero te detienes.

“No wey, se va a ver muy intenso si lo hago”… “Va a parecer que estoy desesperad@“, te dices.

“Voy a esperar a que él o ella me mande mensaje”, te replicas.

Abres la aplicación de nuevo. Revisas si hay nuevos prospectos. Sí, porque “qué tal y no se da algo”. Debemos tener la mayor cantidad de velitas prendidas, ya que si no es con un@, será con otr@. Damos like por aquí, empezamos una plática por allá. Total, “aún no somos nada… no hay exclusividad”.

Si le gustaste lo suficiente, igual y te manda mensaje. Si no, aplica ghosting, o sea no te volverá a buscar en la vida; sin explicarte nada, así como así.

Los afortunados de pertenecer a la primer probabilidad, recibirán mensaje de nuevo. Pero si te toca alguien que esté residiendo en los confines de la vacuidad de lo ubicuo, ten por seguro que en cuanto vea que interés o que traes ganas de pasar a algo más, te dejará caer como si estuvieras en un salto sin paracaídas.

De pronto, escucharás de sus labios o leerás en algún mensaje un: “me caes súper bien y me lates, pero no estoy buscando nada serio”, “quiero algo casual, sin compromisos”, “busco cuates y pasarla bien”.

O también no te extrañe, que se ahorre todo el preámbulo de romanticismo y te suelte un “¿te latería tener sexo?”; directo y al grano.

Suponiendo que encontraste a alguien que no te propuso sexo de entrada, que tuvieron un date y siguieron saliendo, hasta el punto de andar, cabe la posibilidad de que un buen día te digan: “no siento que esté funcionando”, “creo que no estamos en el mismo mood”. O peor aún, que tus amigos o conocidos te comenten que “l@ vimos con…”, “me l@ encontré en la app tal…”, “aguas porque…”

Y si tu situación es diametralmente opuesta a todos los escenarios anteriores, teniendo una pareja como sus 6 letras lo indican, déjame pararme, aplaudirte y darte la bienvenida al 1%. Sí, el 1% de l@s que van con todo, que no están jugando, que saben lo que quieren, que te quieren por lo que eres, que tienen planes, que quieren compartir, que buscan algo serio, que desean compartir su futuro sumando a su vida a alguien más.

El mundo de l@s que no mienten, ni son egoístas; los que prefieren anteponer corazón que cabeza, aquellos se arriesgan por todo y con todo. Esos que no apuntalan un “soy así porque me hicieron daño”, “es lo más que puedo dar”, “me cuesta trabajo mostrar lo que siento”. Esos que no viven en la eterna excusa y el perdón prolongado…

Una ocasión mi roomate (gran amiga y compañera de mal de amores) me leyó una reflexión de Facebook que decía más o menos así: “Sólo hay dos tipos de hombres, los que te quieren y los que no”.

El 99% restante, está allá afuera, atrapados en la vacuidad de lo ubicuo. L@s puedes encontrar en el metro, en el cine, en un concierto. Los verás comiendo en un restaurante o caminando por ahí. Van felices por fuera, pero deseando por dentro que alguien llegue a su vida.

Aunque en el camino buscan, no quieren encontrar al mismo tiempo.

1 comentario en “La vacuidad de lo ubicuo

  1. Mi Dan como se nota cuando alguien escribe con el purititito corazón, así sacado con sangre y las venas aún latiendo. Estoy orgullosa de ti mi querido amigo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Todos los Derechos Reservados Feel ® 2016
Develop & Design: JG