Crónica de los viajes de Charles Lindbergh

El nombre de Lindbergh quedó asociado el 21 de mayo de 1927 a la gran aventura humana gracias al monoplano “Spirit of St. Louis”, con el que viajó desde Long Island hasta el aeródromo de Le Bourget.

El gorro viajero de Lindbergh busca nuevo dueño

Enrique Rubio

París, 15 nov (EFE).- En la cabeza del pionero Charles Lindbergh, un gorro marrón de cuero, con forro interior de borrego y sin un botón en la frente, hizo historia al cruzar por aire el Atlántico. Perdido en una huerta parisina y custodiado durante décadas por una familia, la prenda busca mañana nuevo dueño en una subasta.

El gorro, que fue adquirido en una tienda de deportes de Chicago (EE.UU.) y que lo mismo le servía a un aviador que a un automovilista, es tan ordinario como extraordinario fue su periplo.

Han pasado casi 90 años del vuelo. El nombre de Lindbergh quedó asociado el 21 de mayo de 1927 a la gran aventura humana gracias al monoplano “Spirit of St. Louis”, con el que viajó desde Long Island hasta el aeródromo de Le Bourget, en las afueras de París.

Fue recibido como un héroe en la capital francesa y, a su regreso, Nueva York le dispensó una acogida como solo se ven en las películas: cuentan las crónicas que más de tres millones de personas salieron a las calles para el mayor desfile de confetis jamás visto.

Pero “Águila Solitaria” Lindbergh volvió a su patria sin gorro.

Al poco de culminar su travesía transatlántica de 33 horas -la primera sin escalas y en solitario-, un antiguo mecánico le birló el casquete en plenas celebraciones. Horas después, quién sabe si arrepentido, devolvió la prenda al embajador estadounidense.

Había sido un primer aviso, pero el segundo sería el definitivo. El 27 de mayo, Lindbergh regresó a Le Bourget con el permiso para sobrevolar París junto a un piloto francés, Michel Détroyat.

Ante los espantados ojos de las autoridades -Lindbergh ya era un héroe, sería imperdonable que un accidente empañase su gesta-, los dos aviadores se libran a un duelo de maniobras acrobáticas a los mandos de sendos cazabombarderos biplanos Nieuport.

En uno de esos tirabuzones, el estadounidense perdió el gorro, para no volver a verlo más.

A partir de aquí, su rastro es difícil de verificar “al cien por cien”, como reconoce a Efe Nicolas Couvrand, tasador de la casa Drouot, que lo sacará mañana a subasta en una puja que se espera que se sitúe entre los 60.000 y los 80.000 euros (de 64.000 a 86.000 dólares).

Al parecer, solo un día después de los ejercicios de exhibición una mujer halló el gorro en una huerta y decidió quedárselo.

Solo reaparece más de cuatro décadas después, en 1969, cuando el programa de la televisión francesa “Les dossiers de l’écran” (Los expedientes de la pantalla) lo muestra por primera vez al público, en presencia de testigos de la gesta y de expertos, entre ellos el cantautor Jacques Brel, apasionado de la aviación.

“En el programa llamaron a testigos que corroboraron su autenticidad antes de la emisión. Y conservamos una carta de la dirección de la televisión en la que agradece a la familia que guardaba el gorro por haberlo prestado”, explica Couvrand.

Ahora, el bisnieto de la “descubridora” ha decidido subastarlo para financiar un proyecto personal, y se espera que coleccionistas estadounidenses y europeos pujen con fuerza por una prenda que ha dejado rastro en contadas ocasiones.

“Hay muy pocas fotos en las que Lindbergh aparezca con el gorro. La más famosa es una justo antes de la salida, guardada en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, en la que se puede ver que ha perdido el botón en la frente”, señala Couvrand.

El tasador dice que han informado a la familia del aviador de que el gorro será subastado, pero no les han pedido informaciones suplementarias acerca de su autenticidad.

Tampoco se le ha podido realizar una prueba de ADN, reconoce, aunque estima que las pistas sobre su procedencia son contundentes.

La puja gana morbo por el momento en que se realiza. Porque Lindbergh fue, más allá de un icono de la aviación, un polémico personaje público que se significó en favor de la no intervención en la Segunda Guerra Mundial y que incluso flirteó con el nazismo.

A los ojos de muchos, como el novelista Philip Roth -quien lo hizo presidente de EE.UU. en su ucronía “La conjura contra América”- Lindbergh fue un precursor del populismo xenófobo en su país.

¿Fue Lindbergh un anticipo de Donald Trump? Couvrand ríe ante la coincidencia, pero niega que sea buscada: “Tuvo ideas extremas, durante la Segunda Guerra Mundial y después. Ese período lo dejó mucho tiempo en la sombra”. Exactamente igual que a su gorro. EFE

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