¿Enciclopedias en la era digital? Crónica del paso del tiempo en los libros

Por mucho tiempo, las enciclopedias físicas fueron LA FUENTE de consulta al alcance de la mano. Pero, ¿quién las compra ahora en la era digital? ¿Qué fue de las que alguna vez tuvimos?

Porque me gusta pensar que todos tuvimos una. Recuerdo haberlas visto siempre en las casas de la gente, y siempre eran las mismas, inconfundibles por las pastas duras y los lomos decorados según la editorial: la de los timoncitos, la de los árboles, o aquella que formaba una serpiente cuando ponías todos los tomos juntos. Con suerte se evocan los nombres de las editoriales: Salvat, Grolier, Britannica, University of Michigan. Todas extranjeras.

 

       

 

También me gusta pensar que fueron consultadas y no nada más meros adornos. En algún momento fueron muy solicitadas, de hecho, hasta hubo vendedores de puerta en puerta. Los precios debieron ser una ganga. ¿Cómo hubo tantas en un país con tan pocos lectores? Su más grande rival: las monografías que se encontraban tan baratas como plagadas de errores en cualquier papelería de barrio. ¡Sacrilegio! Permítaseme una anécdota: yo iba a una primaria en el Centro Histórico donde era pecado mortal usar monografías para hacer una tarea; nada más se valía ilustrar con ellas.

No obstante, usar una enciclopedia seguía siendo pecado, venial, pero pecado al fin: porque ni las monografías ni las enciclopedias incluían sus fuentes de información. Aun así, qué hubieran dado mis maestros en la preparatoria para que mi generación consultara una enciclopedia y no hicieran “copy+paste” de Encarta (y con esto me delato como estudiante de los años 2000); ¿qué no darían esos mismos maestros para que los estudiantes de hoy no hagan “copy+paste” de Wikipedia?

 

    

 

Las enciclopedias nunca pudieron rivalizar con internet. Por una parte, la piratería acabó con las versiones en CD o DVD; y por otra, la aparición de las Wikis fueron el tiro de gracia: tras 244 años de imprimirse en papel, la “Encyclopedia Britannica” abandonó su formato físico en 2012 para adaptarse a la era digital.

¿Qué pasó con las viejas enciclopedias entonces? Algunas acumulan polvo en las librerías de viejo, a merced de compradores sin escrúpulos: supe de una librería en el Centro a donde llegó una mujer a comprar una enciclopedia. No importaba cuál, ni el precio. Sólo importaba que decoraran un librero. A los pocos días, la cliente regresó con la intención de cambiar los libros; cosa que fue imposible porque como no cabían en su librero, les pasó serrucho para acortarlos, pero no quedó satisfecha con el resultado. ¡Excomunión y anatema! Otras enciclopedias corren con mejor suerte: siguen en casas, o hasta en bibliotecas.

En mi opinión, lo mejor es buscarles un lugar: Si bien serán viejas y buena parte de su información necesita actualizarse o es obsoleta, aún sirven como una memoria del mundo. En qué creían, cómo fue la forma de pensar y actuar de una población, un país, el orbe. Todo eso encierran en sus páginas.

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