¿Qué es todo eso que se puede observar en el cielo nocturno? ¿Son deidades? ¿De qué están hechas? ¿Se están acercando o se están alejando de nuestro planeta? Éstas y muchas preguntas más han acompañado a los seres humanos desde tiempos ancestrales.
Independientemente de si crees en la influencia de los astros en las vidas de los seres humanos (astrología), o del interés que puedas tener en los cuerpos celestes y su estudio (astronomía), seguramente alguna noche has mirado al cielo y te ha asombrado su inmensidad, su misticismo, su belleza.
Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué nuestras estrellas, planetas, satélites y otros objetos celestiales tienen los nombres que tienen?
Muy probablemente, los cuerpos celestes que hoy en día reconocemos fueron nombrados de diversas maneras a través del tiempo y la historia, sin embargo, resulta necesaria una estandarización de dichos nombres, con fines de facilitar su estudio y comprensión.
La Unión Astronómica Internacional (IAU, por sus siglas en inglés), reconoce 88 constelaciones modernas, de las que aproximadamente 36 son visibles desde el hemisferio norte (constelaciones septentrionales) y 52 desde el hemisferio sur (constelaciones australes).
Las constelaciones septentrionales son las que fueron vistas más fácilmente por las civilizaciones de la antigüedad (Mesopotamia, Egipto y Grecia), por lo que muchas de ellas son de las más antiguas en haber sido nombradas. La gran mayoría de los nombres de los cuerpos celestes son herencia de la civilización griega, que les atribuyó orígenes mitológicos. Se le conoce como catasterismo a la “conversión de un personaje, en un principio mitológico, en estrella o constelación” (Barrado, 2015).
En el caso de los planetas pertenecientes al Sistema Solar, todos sus nombres proceden de un catasterismo: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno le deben sus nombres a deidades romanas homónimas. Inclusive nuestro planeta, la Tierra, viene de la diosa romana Terra. Y por si te lo preguntabas… Plutón también tiene nombre de deidad romana aunque hoy en día se le considere un planeta enano, fuera de la clasificación del resto de planetas del Sistema Solar.
Uno de los alcances más curiosos de la mitología grecorromana es que, hoy en día, la comunidad científica mantiene la tradición de nombrar cuerpos celestes recientemente descubiertos con nombres que evocan a dioses, diosas, héroes y demás personajes míticos. A pesar de que, por supuesto, existen ciertas excepciones a la regla. Cabe mencionar que es la Unión Astronómica Internacional quien se encarga de asignar y aprobar nombres de los astros y demás objetos celestes para así mantener un orden en dicha nomenclatura estelar.
En el caso de las estrellas, sin contar a nuestro Sol, son pocas las que tienen un nombre fijo, debido a que no siempre pueden observarse de manera sencilla. Por lo general, las que tienen nombre propio lo obtuvieron porque son de las más brillantes en el firmamento (por ejemplo, las estrellas Sirio, Canopus, Pollux o Alfa Centauri).
¿Qué pasa en el caso del Sol y la Luna? El primero debe su nombre a los latinos, quienes emplearon el término para referirse a nuestra gran estrella, mientras que debemos a los romanos el término Luna (contracción de Lucina que significa “brillante”).
Te recomendamos que no te pierdas el cielo nocturno de este viernes 19 de noviembre, ya que habrá un eclipse lunar parcial que, según se pronostica, será el más largo de este siglo.
Fuentes consultadas:
-Barrado Navascués, David. (09 de febrero de 2015) Sobre héroes, dioses y el origen del nombre de las constelaciones. OpenMind BBVA. Consultado el 17 de noviembre de 2021 y recuperado de: https://www.bbvaopenmind.com/ciencia/fisica/sobre-heroes-dioses-y-el-origen-del-nombre-de-las-constelaciones/
-Planetario.net. (Consultado el 17 de noviembre de 2021) Las Constelaciones. Recuperado de: https://www.planetario.net/constelaciones/