Blue Velvet

30 aniversario

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Julio César Durán, Cineteca Nacional. El próximo 19 de septiembre se cumplen 30 años del estreno comercial del 4° largometraje de David Lynch, Terciopelo azul (Blue Velvet, 1983), filme de culto instantáneo que el director norteamericano realiza de la mano del productor Dino DeLaurentis tras el poco éxito que ambos consiguieron con Dunas (Dune, 1984).

Desde el diseño de créditos, la canción de 1963 que le pone título, los trazos de noir que la componen y el enrarecido ambiente que desprende, la película, más que a otro tiempo, apunta a otro plano, uno que refleja a la realidad común que todos compartimos pero que funciona de una manera más oscura y densa.

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La premisa es básica, no así la repulsiva forma que posee: El retorno que Jeffrey (Kyle MacLachlan) hace a su pueblo natal lo integra poco a poco en una dimensión grotesca, donde parte de la dualidad que se pretende en pantalla aparece en cómo se relaciona con la típica chica norteamericana (Sandy Williams interpretada por una recurrente en la obra de Lynch, Laura Dern) y con la femme fatale acechada por un pervertido gánster (Dorothy Vallens interpretada por Isabella Rossellini); todo esto producto de una serie de intrigas detectivescas que hacen al protagonista involucrarse con Frank (Dennis Hopper).

Blue Velvet es considerada como una de las mejores películas estadunidenses de todos los tiempos por el American Film Institute y por la que su realizador obtiene una 2ª nominación a los premios Óscar, con todos sus perversos detalles. Por ejemplo se cuenta cómo en una escena, donde Frank violaba a Dorothy, Lynch no paraba de reírse detrás de la cámara ante la sorpresa de Rossellini.

Este filme de influencia buñueliana (según el mismísimo Lynch) entra en la carrera por la mayor cantidad de veces en las que la palabra “fuck” aparece –Hopper la dice en 53 ocasiones–; esto lo sumamos a la curiosa patología que sufre el villano con sus arranques de ira (analizado posteriormente como síndrome TEI) que viene acompañada de una fijación que haría al mismo Edipo arrancarse los ojos de nuevo.

No obstante que el corte original fuera de 4 horas (recortado a 2) y a que ninguna distribuidora quisiera lanzarlo, Blue Velvet tuvo un éxito inesperado con la comercialización independiente del propio DeLaurentis, incluso personajes como Tomás Pérez Turrent llegaron a comparar el filme con el intrigante Mr. Arkadin (1955) de Orson Welles.

Aquí no existe una confrontación entre luz y oscuridad como se ha querido pensar durante años, sino más bien el filme supone un diálogo entre el mundo “real” y el onírico, entre la regularidad de la razón y la monstruosidad de las pasiones, donde la primera es visible y actúa pero únicamente bajo el dictamen de la segunda; se trata, pues, sin maniqueísmo, de la existencia de aquella moral idílica y rosa, de la imagen wasp norteamericana, que convive a un mismo tiempo con aquellas asquerosos deseos que sólo relucen en nuestra cabeza en la profundidad de la madrugada.

Una síntesis de la realización más barata e independiente que hasta entonces había realizado David Lynch (Eraserhead, 1977) y de la superproducción multimillonaria que supuso la adaptación a la novela de Frank Herbert, es lo que vemos en este filme ochentero que entra en sus treintas durante este mes y que daría pie, por supuesto, a otro clásico en la filmografía del director oriundo de Montana, Twin Peaks (1990-1991).

Para celebrar las 3 décadas de existencia de Blue Velvet Cineteca Nacional exhibe el largometraje el sábado 10 y el domingo 11 a las 20 y 18 horas respectivamente.

 

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